Donde caben dos | Crítica

Fantasías sexuales prepandémicas

Pilar Castro y Luis Callejo en una imagen del filme.

Pilar Castro y Luis Callejo en una imagen del filme.

Poliamor para principiantes hace unas semanas, Donde caben dos ahora; intentos de la última comedia española por quitarse caspa de encima con un poco de picante autorizado de última generación para públicos y cuñados de esa clase media que sigue fantaseando con la cana al aire y cierto esplendor prepandémico como escapadas de la rutina con mascarilla.  

La cinta que dirige Paco Caballero (Perdiendo el Norte) intenta mantener el pulso alterno y en paralelo de las cinco historias aisladas que la conforman, todas ellas en torno a la idea del intercambio de parejas, el tabú y la apertura a nuevas experiencias sexuales y con un club nocturno como epicentro para su diseño de decorados de interior y luces de colores al son de canciones de perreo.

Un pulso ciertamente inconstante lastrado por un ritmo renqueante que pasa de la relación homosexual a través del sex-hole a la reunión de dos matrimonios de amigos con intenciones de orgía, la noche loca de dos amigas antes del día de la boda, la atracción carnal entre dos primos o el reencuentro entre una vieja pareja en pleno swinging con tantos rostros populares (Alterio, Arévalo, Callejo, Castillo, Castro, Cervantes, Cuevas, Echegui, Esparbé, Gómez, León, Millán) como escaso sentido de la fluidez narrativa y menor acierto en la medida de los gags.

Donde caben dos no deja de ser una comedia romántica y sentimental con el sexo como gancho, cine a la postre conservador y pudoroso que aspira a dar un paso adelante en el imaginario liberador del españolito medio pero que está más cerca de lo que cree de una reactualización del landismo o de aquel cine de la Tercera Vía dominado por el repliegue moral.