Ramona | Estreno en Filmin

Treintañera indecisa en el espejo de la ficción

Astutamente promocionado como un Frances Ha a la española, el debut en el largometraje de Andrea Bagney tira de autobiografía camuflada, ironía generacional, narrativa episódica y luminosa lírica urbana para seguir los pasos y tribulaciones de una treintañera (Lourdes Hernández, alias Russian Red) en plena encrucijada sentimental y profesional.

Ramona, que se hace llamar Ona tal vez para despejar complejos, vive con su novio cocinero en un apartamento de Lavapiés y conoce casualmente en un bar a quien al día siguiente descubrirá como el director de la película a cuyo casting se presenta en su nuevo proyecto de convertirse en actriz. La película traza así entre encuentros, conversaciones verbosas y cuitas intergeneracionales un triángulo marcado por cierta desmitificación romántica y bastante autoconciencia, al tiempo en que sitúa el foco de la duda, la acción y deseo en esa joven de hoy en día sin necesidad de caricaturizar demasiado a los personajes masculinos.

Rodada en blanco y negro en un Madrid con banda sonora clásica que recuerda al de las películas de Jonás Trueba (también está por ahí Francesco Carril, uno de sus actores fetiche), Ramona desdobla también su juego metaficcional entre la actriz, la cantante (de karaoke) y el personaje con la irrupción del color como textura analógica de la ficción, pretexto para las confesiones a cámara y revelador de la verdad tras las máscaras. A la postre, la película de Bagney no deja de ser una liviana y simpática sublimación de lo personal con el cine como espejo de citas y referencias.