jaulas | crítica

La vida a contracorriente

No estoy muy seguro de que el discurso abiertamente feminista, libertario y antipatriarcal de este primer largo del sevillano Nicolás Pacheco sea precisamente el más efectivo en los tiempos que corren. Con la explícita metáfora del pájaro enjaulado como gesto de apertura y figura recurrente, Jaulas traza un particular paisaje humano y una atmósfera entre la marginalidad itinerante, la periferia urbana y los aromas telúricos del drama lorquiano para desplegar su cuento moderno sobre mujeres presas de hombres violentos e irracionales, mujeres en sororidad y resistencia que buscan una salida improbable al círculo ancestral del sometimiento o el ninguneo.

Son ellas, los locos (Manuel Cañadas) y los extranjeros (Stefan Mihai) los pequeños héroes (morales) en fuga de una historia cargada de fatalidad a la que Pacheco intenta hacer respirar e insuflar cierto lirismo por algunas rendijas a través de ese costumbrismo de arrabal que no siempre encuentra el mejor acomodo en la deriva trágica de la historia. Tampoco se acompasan del todo en estas Jaulas los tiempos narrativos, que parecen correr a velocidades distintas entre la trama de huida y refugio protagonizada por madre (Estefanía de los Santos) e hija (Marta Gavilán), y la que sigue al chico rumano en su llegada a la casa de un panadero (Dechent) que lo quiere como yerno y heredero del negocio, en el que se nos antoja otro relato demasiado anacrónico para terminar de dibujar el didáctico panorama de atavismos machistas que atraviesan la película.

Con todo, lo mejor hay que buscarlo en su primer y luminoso tercio, en la lograda singularidad de su ambiente popular y extraterritorial, en la reconstrucción de un paisaje con innegable vida propia que irá dando paso poco a poco a las ideas e ideales (preescritos), al infortunio como socorrido esquema protector y catártico contra las voluntades y los deseos.