Egon Schiele | Crítica

El pintor y sus mujeres

Cuando se cumplen cien años de su muerte, este biopic más bien correcto y académico celebra la corta y accidentada vida del gran pintor expresionista austriaco Egon Schiele (1890-1918), prototipo del artista bohemio e incomprendido, visionario, genial, sensual y contradictorio que se presta fácilmente al retrato de manual para las salas de versión original.

La película de Dieter Berner pone además el foco en la relación de Schiele con sus mujeres y modelos, desde su propia hermana menor Gertrud a la joven burguesa Edith Harms, con quien se casaría en 1915, sin olvidar a dos de sus grandes musas e inspiradoras de algunos de los más conocidos cuadros de su catálogo entonces de saldo y hoy millonario, la exótica Moa Mandu y, sobre todo, Wally Neuzil, el gran amor de su vida a pesar de las traiciones y el abandono de última hora en busca de un estatus social que ella nunca pudo proporcionarle.

La película incide también en los límites de la libertad de expresión artística de su tiempo y, sobre todo, en el carácter pornográfico y escandaloso que alcanzó su obra a los ojos de una sociedad pacata y censora, que lo llevó incluso a prisión acusado de corrupción de menores.

Lo más extraño de este previsible recorrido es que es precisamente el personaje de Schiele, interpretado por Noah Saavedra, el que aparece con menos fuerza y entidad dramática, sin duda eclipsado por las mujeres a su alrededor, y en ocasiones presentado casi como una caricatura del artista romántico obsesionado con su trabajo, su obra y su éxito. Es el mayor y no poco importante obstáculo para que este biopic trascienda la mera fidelidad a los “hechos reales”, se eleve del no menos clásico perfil psicológico desde los traumas familiares, los conflictos edípicos o el trasfondo histórico o intente establecer un diálogo algo más fructífero entre el cine y los procesos de la pintura.