Al aire, patos | Crítica

Ganso a la pekinesa

Una imagen del film de animación 'Al aire, patos'.

Una imagen del film de animación 'Al aire, patos'.

En su imparable conquista del mercado internacional a golpe de talonario, el nuevo cine chino no conoce fronteras a la hora de copiar y adaptar modelos cinematográficos de importación, del blockbuster de acción, fantasía y artes marciales (véase La gran muralla, de Zhang Yimou) a la animación digital con las hechuras, modelos narrativos y tipología animal antropomórfica heredados de Pixar, Dreamworks o Blue Sky.   

Es el caso de esta Al aire, patos, co-producción chino-estadounidense salida de los todopoderosos Wanda Studios que busca en sus paisajes naturales legendarios y en la autoparodia cultural (el pato, ya se sabe, ave mítica y amistosa, pero también suculento plato de la cocina local) los elementos identitarios justos para ofrecerse al mundo como propuesta globalizada, integrada e inofensiva en su mecanismo estandarizado de entretenimiento infantil y familiar.

Así, las aventuras lineales de un ganso descarriado de su bandada y dos polluelos de pato amarillos articulan escena a escena una sucesión de gags de corte clásico y slapstick flexible para huir de un malvado gato tuerto y escapar de las garras humanas que los quieren convertir en una receta del menú.

Con un diseño digital tan logrado como impersonal, y acompañados de la habitual fauna local dispuesta para el chiste zoológico, Al aire, patos se acomoda en su inofensiva y previsible velocidad de crucero y, aderezada con un cansino repertorio de canciones power-pop, apenas nos regala un breve gag adulto (en el restaurante, bajo la mesa) que llevarnos a la boca.