Crítica 'La verdad'

¿Quién no se fiaría de Redford?

la verdad. Drama, EEUU, 2015, 121 min. Dirección y guión: James Vanderbilt (guión basado en las memorias de Mary Mapes). Fotografía: Mandy Walker. Música: Brian Tyler. Intérpretes: Cate Blanchett, Robert Redford, Topher Grace, Elisabeth Moss, Dennis Quaid, Bruce Greenwood, John Benjamin Hickey.

James Vanderbilt -de los Vanderbilt de Nueva York de toda la vida- es un todoterreno capaz de escribir guiones de acción para Webb (The Amazing Spiderman), Emmerich (White House Down) o McTiernan (Basic); y además escribir para Fincher el inteligentísimo y matizado guión de Zodiac, también, como La verdad, con el periodismo como protagonista. Ahora se pasa a la dirección con esta buena película que recuerda otras interpretadas por Robert Redford hace muchos, muchísimos años; sobre todo a esa obra maestra de la épica periodística que fue Todos los hombres del presidente de Pakula que Hoffman y Redford interpretaron hace... ¡40 años! Así Vanderbilt debuta como director inspirándose en el cine de los 70, y muy especialmente en Pakula, tras ser guionista de aquella Zodiac en la que Fincher homenajeaba aquel cine y aquel director. Será que no hay casualidades.

La verdad, basada en las memorias de la productora de noticiarios de la CBS Mary Mapes, trata del escándalo llamado Rathergate en alusión a uno de sus protagonistas. Mary Mapes (Cate Blanchett) y el veterano presentador Dan Rather denunciaron en el programa 60 minutes que el presidente Bush Jr. había utilizado las influencias políticas de su padre para librarse de ir a Vietnam. Un escándalo en cualquier circunstancia. Más sonoro si se producía en la víspera de las elecciones de 2004 y en plena contestación a la guerra de Iraq. La imposibilidad de verificar algunos documentos en los que se basaba la denuncia puso en la picota la credibilidad de la CBS, le costó la carrera a Mapes y aceleró la jubilación de Rather. Todo quedó en una especie de mini-Watergate interruptus.

A fecha de hoy es difícil establecer responsabilidades. ¿Fue un patinazo de los periodistas debido al uso de fuentes y documentos no suficientemente contrastados? ¿Fue un abuso de los políticos sobre un medio y de los directivos del medio sobre los periodistas, aprovechando un error menor? Incluso puede que fueran las dos cosas, a lo que podría sumarse una cierta obsesión por el precedente del Watergate, una apriorística posición anti-Bush dispuesta a dar por bueno lo peor si se refería a él y hasta el decisivo cambio social y comunicativo en la era del imperio de las redes.

Vanderbilt y Redford sí tienen clara la respuesta: los buenos son los periodistas, los malos son los ejecutivos de la CBS y el Gobierno; y las víctimas son los dos periodistas y, sobre todo, la verdad. Una posición no tramposa ya que se avisa que el guión se basa en las memorias en las que Mary Mapes, lógicamente, defendía su versión de los hechos. La película funciona gracias al espléndido guión, la buena dirección de Vanderbilt, y sobre todo, las interpretaciones de Redford y la Blanchett. Ellos son la mejor baza para sustentar la tesis de la película: ¿quién no se fiaría de Redford? Le compraríamos un coche usado aunque le viéramos perder aceite hasta empapar los neumáticos pinchados. Y en cuanto a Blanchett, ¿cómo no rendirse a su interpretación, el elemento más potente de la película? Entretenida, a ratos apasionante por apasionada, con un look y un ritmo narrativo perfectamente inspirado en el mejor cine de los 70 (aunque sin alcanzar a sus referentes), La verdad, por la presencia de Redford, simbolizaría un declive del periodismo: en el 76 interpretó al periodista que logró echar de la Casa Blanca a un presidente y en 2015 al periodista despedido por denunciar a otro presidente.

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