Cine

La gran resaca de Hill y Grand

Todo sobre mi desmadre. Comedia, EEUU, 109 min, 2010. Dirección y guión: Nicholas Stoller. Fotografía: Robert Yeoman. Música: Lyle Workman & Infant Sorrow. Intérpretes: Russell Brand, Jonah Hill, Rose Byrne, Colm Meaney, Katy Perry, Elisabeth Moss, Pink.

Maltratada por la distribución española con un título y un doblaje que echan por tierra muchos matices cómicos, especialmente aquellos basados en las diferencias entre el inglés británico y el norteamericano, Todo sombre mi desmadre, Get him to the Greek en el original, nace como spin-off de un personaje creado por Jason Segel para la anterior película de Nicholas Stoller, una gloriosa e hilarante Paso de ti que hizo del patetismo masculino ante el abandono su principal baza para la comedia sentimental con apuntes de agradecida locura hawaiana.

El personaje en cuestión no era otro que el rockero Aldous Snow que interpretaba el popular cómico británico Russell Brand, prototipo del artista megalómano en plena fase de rehabilitación, trasunto paródico de tantas y tantas estrellas del pop británico (de Richard Ashcroft a Liam Gallagher) con su pose insufrible y su fiebre de éxito.

Como ya es costumbre en otras cintas de la factoría Apatow, todo gira aquí en torno al esquema de la buddy movie de opuestos trufada de digresiones salvajes y un punto sentimental que sienta las bases para una comedia de personajes y situaciones que funciona mejor cuanto más se despega de su trazado argumental de road movie (se trata de llevar al rockero desde Londres a un concierto en Los Ángeles) y más se detiene y recrea en explorar la química (y sus efectos) entre sus intérpretes y su (infinita) capacidad de improvisación.

Junto a Brand (el flaco), un Jonah Hill hinchado como un pez globo despliega ese lado tierno y ese humor judío que contrasta con la hipérbole pagana y poliadictiva del británico, en una fórmula de choque que funciona mejor cuanto más disparatada y excesiva se torna la situación y que alcanza su clímax en la impagable secuencia lisérgica en el hotel de Las Vegas que a buen seguro le hubiera gustado escribir y rodar a un Blake Edwards sin ataduras.

Como en otras cintas del sello Apatow, Todo sobre mi desmadre es una comedia generosa, digresiva y acumulativa, repleta de pequeños detalles (desde el mismo arranque, con el videoclip de la infame canción African Child, a las letras de las canciones o a las recreaciones televisivas) que, más allá de los toques más groseros e incorrectos marca de la casa, no aptos para espectadores mojigatos, van completando un tupido tapiz de ideas brillantes y diálogos desternillantes que rellenan y camuflan las carencias del conjunto, entre ellas, una realización más bien discreta.

Se le podrá reprochar tal vez la tendencia al pasteleo como colofón a su desmadre, la repetición de ciertos esquemas como la conquista de la amistad masculina o el repliegue romántico (interrumpido, eso sí, por un glorioso intento fallido de menage à trois), pero todo ello no deja de parecer una consciente concesión comercial que no entorpece en ningún caso la esencia cómica del filme: exprimir a tumba abierta el talento de dos personajes y dos singularidades cómicas en absoluto estado de gracia.

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