Crítica 'Ahora sí, antes no'

Los humores del 'soju'

ahora sí, antes no. Comedia, Corea del Sur, 2015, 120 min. Dirección y guión: Hong Sangsoo. Fotografía: Park Hong-yeol. Intérpretes: Jeong Jae-yeong, Kim Min-hee, Yoon Yeo.

Se bebe mucho soju en el cine de Hong Sangsoo. Se bebe y el alcohol actúa como desinhibidor de los humores de sus personajes. Se bebe mucho también en esta su decimoséptima película, nueva entrega de ese tema y variaciones que conforma ya, a ritmo de película por año, una de las obras más singulares del cine contemporáneo, prodigio de complejidad narrativa bajo la apariencia liviana de la comedia romántica cotidiana, prosaica o intrascendente.

Ahora sí, antes no se desdobla y refleja en un juego narrativo tan sencillo como fascinante. Un director de cine llega a una ciudad de provincias para presentar su película. Su propia voz en off narra su llegada y sus pensamientos fugaces. Visita un templo, conoce a una joven pintora, toman un café, conversan, van a ver sus cuadros, salen de nuevo a cenar, se emborrachan, visitan a unos amigos de ella... El cineasta parlanchín y falsamente modesto es desenmascarado, al día siguiente toca presentar la película y debatir con la audiencia, pero la charla se tuerce y el director se marcha por donde vino.

Hasta ahí la primera parte, por decirlo de algún modo, de la película. Pero como siempre en Sangsoo, toda historia tiene sus variaciones, su reflejo, sus permutaciones, sus ecos, su segunda oportunidad con nuevos y pequeños matices. Comienza entonces otra película que nos obliga a ver y escuchar con atención, a volver con la memoria reciente a la primera parte recién terminada.

El cine de Hong hace trabajar a su espectador regalándole una nueva vida a sus criaturas inestables y emotivas en busca de amor, rellenando huecos antes incompletos, cambiando levemente su cámara de sitio, reelaborando sutilmente un zoom de puntuación, sintetizando, añadiendo o, simplemente, dándoles de beber un poco más o un poco menos.

Antes sí, ahora no se revela finalmente como una estructura viva, compleja, resonante e inteligente, como un divertimento liviano sobre el arte de la narración, sobre la ficción como espejo (deformante) de la vida y sobre el azar (escrito) como verdadero motor de las identificaciones. De paso, el cineasta se cobra una vez más al cine, a la fatuidad de los cineastas, como presa para la sátira y la autocrítica; pero también al hombre, eterno seductor, mentiroso compulsivo, pequeño ególatra coqueto y vanidoso. No hay más que darle de beber un poco de soju para volver a desenmascararlo.

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