Respect | Crítica

Correcta, pero Aretha exige más que corrección

Jennifer Hudson, en una imagen de la película.

Jennifer Hudson, en una imagen de la película. / D. S.

Aretha merecía más. Su talla musical, lo primero, y su personalidad, lo segundo, merecían más. Este biopic no es ni bueno ni malo: es correcto e insustancial. Y serlo tratándose de la más grande cantante de soul de la historia es una forma de ser malo pese a que esté correctamente rodado y al muy loable esfuerzo de Jennifer Hudson (hay que recordar que ganó un Oscar por interpretar a una de las cantantes del grupo protagonista de Dreamgirls) para hacer justicia a Aretha interpretándola con respetuosa pasión y cantando sus canciones con convicción y sin incurrir en la imitación de concurso televisivo. 

Pero Aretha exigía más riesgo, más creatividad, más originalidad y menos recurso a fórmulas trilladas del biopic convencional. Hay momentos logrados, es emocionante ver el nacimiento de canciones extraordinarias -las tripas de la inteligente combinación de creatividad e ingeniería técnica de la música popular moderna- y es un placer escuchar versiones muy correctas de las grandísimas Nature Boy, I never loved a man, Think, Chain of fools y, por supuesto, la canción (convertida en un himno feminista) que da título a la película. 

Sorprende esta correcta medianía si se sabe que su directora, la sudafricana Liesl Tommy, tenía cartas de vida para plantear una visión más vigorosa de Aretha: hija de un maestro que luchó contra el apartheid y ella conoció y sufrió hasta que su familia emigró a Estados Unidos, se convirtió en una cotizada directora teatral y realizadora televisiva (interesante su serie documental con la estrella country Dolly Parton) para debutar ahora como directora. Razones biográficas tiene para haber abordado con más pasión y menos rutina los ascensos y caídas de Aretha Franklin y el contexto racial y político. Lo mejor es el enorme esfuerzo de Jennifer Hudson y la posibilidad de que sirva para que quien sólo la conozca por referencias entre en el universo musical de la reina del soul. Cuya puerta audiovisual absoluta es el documental de Sidney Pollack y Alan Ellitott, lo filmó el primero y lo salvó el segundo tras 30 años de quedarse en un cajón, Amazing Grace.     

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