Retrato de un amor | Crítica

Una cosita blandita

'Retrato de un amor'.

'Retrato de un amor'.

La realizadora canadiense Stella Meghie hizo una película (Jean of the Joneses) sobre las consecuencias familiares de la inesperada muerte del padre. Después hizo otra (El amor lo es todo, todo) sobre una adolescente afectada por una enfermedad que le obliga a vivir aislada y, claro, se enamora. No es de extrañar que ahora se descuelgue con otra que trata del impacto de la inesperada muerte de una madre –que además es una famosa fotógrafa– sobre su hija. Lo que incluye hurgar en el pasado de la madre (con una deriva un poquito Rufo el pescador de Massiel) y, por supuesto, enamorarse de alguien que también tiene sus problemas. Dos historias de amor, una evocada y otra vivida, separadas por muchos años, con suave fondo de jazz.

Realizada para ser estrenada en Canadá y Estados Unidos en San Valentín, y no sé si lanzada ahora aquí para aumentar el relleno de zurrapa con el que, junto a títulos minoritarios, los cines intentan sobrevivir en estos tiempos difíciles, podían haberla retirado de la circulación tras la festividad del santo que para una generación de españoles tiene cara de Jorge Rigaud o pasarla directamente a la programación de sobremesa de fin de semana de cualquier cadena de televisión, tan cortita y blandita es.

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