Crítica 'Nada que declarar'

La vida sigue igual

Nada que declarar. Comedia, Francia, 2010, 108 min. Dirección y guión: Danny Boon. Fotografía: Pierre Aim. Música: Philippe Rombi. Intérpretes: Benoît Poelvoorde, Dany Boon, Chritel Pedrinelli, Karin Viard, Julie Bernard, François Damiens, Bouli Lanners, Olivier Gourmet.

Era de esperar que, tras el enorme éxito de Bienvenidos al Norte y el de su remake italiano, todavía en cartelera, el cómico Danny Boon repitiera una fórmula que, a tenor de lo visto, sigue anclada en el dibujo amable y costumbrista de esa Francia intemporal, idealizada, funcionarial, analógica y previa a todo melange problemático.

Las diferencias culturales Norte-Sur de su anterior película se materializan ahora en un enredo fronterizo ambientado en 1993 en el que un grupo de policías franceses y belgas liderados por el propio Boon y por un generoso y salvaje Benoît Poelvoorde, auténtico showman de la función, se dedican a putearse mutuamente en los días del desmantelamiento de las aduanas tras la entrada de la Eurozona.

La xenofobia reconducida en chiste y tópico costumbrista es, por tanto, el argumento central de una cinta que, lejos de cuestionar o satirizar el trasfondo histórico o político en el que se inscribe, se entrega a una efectiva, hermética y previsible dialéctica de contrarios forzosamente reunidos (en un coche patrulla tuneado) con los aderezos de una trama romántico-familiar de vagas resonancias shakesperianas y esos inevitables toques de acción paródica que, como en nuestro Torrente, parecen ser el peaje inevitable para sumar a la causa al público más joven.

No es de extrañar que, en su limpieza inocente y su apuesta popular por la unificación y la integración, la explotación del viejo estereotipo actualizado y el chiste amable para toda la familia, Sarkozy le haya concedido a Boon esa Legión de Honor reservada a los auténticos patriotas.

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