Crítica 'París-Manhattan'

No la vuelvas a tocar, Sam

París-Manhattan. Comedia romántica, Francia, 2012, 77 min. Dirección y guión: Sophie Lellouche. Fotografía: Laurent Machuel. Música: Jean-Michel Bernard. Intérpretes: Alice Taglioni, Patrick Bruel, Woody Allen, Marine Delterme, Louis-Do de Lencquesaing, Michel Aumont.

En 1969, Woody Allen triunfó en Broadway con la obra teatral Play It Again, Sam. En 1972 Herbert Ross la llevó al cine (Sueños de un seductor fue su título español) con guión e interpretación del propio Allen, quien, pese a haber dirigido ya Toma el dinero y corre y Bananas, aún se sentía inseguro como director. En ella un neurótico recién divorciado se enredaba en varias relaciones sentimentales teniendo como guía al fantasma de Bogart, en sus caracterizaciones como Marlowe en El sueño eterno y muy especialmente como Rick en Casablanca.

Cuarenta y cinco años después del estreno de la obra teatral y 42 después de la realización de la película, la debutante guionista y realizadora francesa Sophie Lellouche le devuelve a Woody Allen el cumplido que éste hizo a Bogart y al cine clásico de Hollywood: ahora la cinéfila con problemas sentimentales que protagoniza París-Manhattan adora el universo alleniano e idolatra a Woody Allen, y este será su gurú desde el póster con el que mantiene largas conversaciones hasta que, final y previsiblemente, como hacía Bogart en la película de Ross y Allen, se sale de él para guiarla en la elección entre dos amores. Aunque aquí es el Allen de verdad el que aparece.

El problema es que Lellouche no tiene, ni de lejos, el talento de Allen. Sus homenajes -desde los títulos de crédito con letras blancas sobre fondo negro y canción (con carraspeo de vinilo) de Richard Rodgers de fondo- son un tanto cansinos. La protagonista es antipática y su intérprete se lleva regular con la cámara (todos los secundarios, y especialmente los que interpretan a sus padres y al pretendiente proletario, están mejor que ella). Las situaciones del guión no son muy estimulantes. Los golpes de humor son sosos. Los juegos con Hannah y sus hermanas o Match Point adolecen de flacidez, sin decidirse entre el homenaje, la cita o la parodia. Ni la breve intervención del gran Woody, no muy motivado, la verdad, logra remontar la cosa.

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