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Soy el Océano Pacífico

  • 'La Balada del Mar Salado' fue el primer álbum de la serie Corto Maltés, creada por Hugo Pratt. Umberto Eco afirmó de su compatriota que había sido "el Emilio Salgari del siglo XX".

El carismáticos Corto Maltés.

El carismáticos Corto Maltés.

El cómic de hoy comienza con las palabras: "Soy el Océano Pacífico. El mayor de todos. Me llaman así desde hace mucho. Pero no es cierto que esté siempre así. A veces me enfado y la emprendo con todo y con todos. Hoy mismo acabo de calmarme de la última rabieta. Creo que barrí tres o cuatro islas y destrocé otras tantas cáscaras de nuez, de esas que los hombres llaman barcos...".

Toda una declaración de intenciones, que le da el protagonismo a un océano en lugar de a los personajes que navegan sobre él. La acción se desarrolla en 1913. Un barco recoge dos náufragos en una barca a la deriva. Se trata de dos primos, Caín y Pandora Grovesnore, pertenecientes a una poderosa familia británica. El capitán del barco es Rasputín, basado en el personaje histórico homónimo, el místico ruso asesinado en 1917 poco antes de la revolución rusa, a causa de su influencia en el zar Nicolás II. En este cómic, Rasputín es un pirata que planea pedir rescate por Caín y Pandora.

Más adelante, el mismo barco recoge a otro náufrago amarrado a unas tablas: es Corto Maltés, un marinero conocido de Rasputín, que lo incorpora a su expedición.

Esta es la primera aparición del marinero Corto Maltés, cuya biografía ficticia nos cuenta que nació en La Valetta (Malta) el 10 de julio de 1887. Su madre era una gitana conocida como la Niña de Gibraltar, sevillana de nacimiento, y su padre, un marinero de Cornualles (Inglaterra).

De esta forma comienza La Balada del Mar Salado, el primer álbum de la serie Corto Maltés, creada por Hugo Pratt (Italia, 1927-Suiza, 1995), historietista veneciano con orígenes ingleses, franceses, judíos y turcos.

En su primera edición, esta historieta fue publicada por capítulos en la revista italiana Sgt. Kirk en julio de 1967, y llegó a España en el año 2000 de manos de Norma Editorial.

Hugo Pratt narra cómo el barco capitaneado por Rasputín se dirige a la isla donde habita un pirata, el Monje, de quien dicen que tiene más de doscientos años, que gobierna los mares de Melanesia y Polinesia.

A partir de aquí, asistimos a una trama repleta de fugas, secuestros, batallas, traiciones, discusiones políticas, escenas de amor…

El desenlace final, salvo la revelación de la identidad del Monje, apenas cierra nada, sino que deja a todos los personajes siguiendo su destino.

En esta historia, juega un papel muy relevante la evolución de los personajes: el viaje iniciático de los jóvenes Caín y Pandora, que dejan de ser niños para entrar en el mundo adulto; Corto Maltés, obligado a tomar partido ante situaciones que van contra sus principios; Cráneo, el nativo lugarteniente de Rasputín, convencido de que sus tierras sólo serán libres cuando los europeos se marchen de Oceanía; las dudas de Tarao, un joven maorí, o de Slutter, un comandante alemán…

El de Hugo Pratt no es un dibujo preciosista. No se recrea en los detalles, sino todo lo contrario: simplicidad de líneas, masas de tinta, sobriedad extrema, encuadres atrevidos…

Umberto Eco afirmó de su compatriota Hugo Pratt que había sido "el Emilio Salgari del siglo XX, pero al contrario que Emilio Salgari, Hugo Pratt escribía bien".

El propio Hugo Pratt reconoció en La Balada del Mar Salado influencias de Joseph Conrad, Jack London, Zane Grey, Rudyard Kipling, Héctor Germán Oesterheld y Raimundo José Ongaro.

Hugo Pratt ha expuesto su obra en el Museo del Louvre, y además ha ilustrado numerosas campañas publicitarias, por ejemplo, de perfumes.

Como la infancia de Hugo Pratt se vio afectada por el fascismo, tuvo inclinación a escaparse por vía imaginaria o por el esoterismo, herencia de sus ancestros cabalistas.

De 1937 a 1943, Hugo Pratt descubrió Etiopía. Aunque fue hijo de un militar italiano, odiaba el colonialismo y fue fiel a su amistad con los africanos, pese a que tenía que combatirlos.

De 1949 a 1962, emigró a Argentina, donde continuó con su carrera como dibujante, trabajando con el guionista Héctor Germán Oesterheld.

Se sintió unido a los indios argentinos, debido a que le traían recuerdos de los amigos que había conocido en Etiopía.

En el año 2002, La Balada del Mar Salado fue adaptada en un largometraje de animación francés, que dirigieron Richard Danto y Liam Saury. A esta película la acompañaron ocho más.

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