Bienal de Flamenco

Rocío Molina: "Me gustaría hacer desaparecer a la bailaora que hay en mí"

  • Junto a Rafael Riqueni, Eduardo Trassierra y Yerai Cortés, Rocío Molina presenta el 6 de septiembre en la Bienal dos piezas de la trilogía que ha dedicado a la guitarra flamenca

La bailaora y coreógrafa Rocío Molina (Torre del Mar, 1984), este miércoles en el Centro de la Cerámica de Triana.

La bailaora y coreógrafa Rocío Molina (Torre del Mar, 1984), este miércoles en el Centro de la Cerámica de Triana. / José Ángel García

El próximo 6 de septiembre, si las circunstancias no lo impiden, tendrá lugar una de las citas más esperadas de la presente Bienal de Flamenco. La bailaora Rocío Molina, entre otras mil cosas Premio Nacional de Danza, estrenará dos espectáculos en el Teatro Central (a las 13:00 y a las 21:00 respectivamente, retransmitidos a todo el mundo por streaming) que forman parte de una trilogía en torno a la guitarra en la que Molina lleva más de un año trabajando y que gira en torno a la guitarra. La tercera parte se quedará para el año próximo, no se sabe aún en qué escenario.

La artista malagueña, que sembrara la polémica durante la pasada Bienal exhibiendo su embarazo en el espectáculo A grito pelao (hoy feliz madre de una niña de ocho meses) presenta ahora un trabajo conceptualmente complejo, como casi todos los frutos de esta versátil bailaora, siempre en la vanguardia y símbolo para muchos de la innovación en el flamenco, aunque ella insiste en que "nunca he tenido la intención de innovar, sino que he hecho lo que mi trayectoria vital y artística me pedía en cada momento".

Y en estos momentos, dice, "lo que me pide el cuerpo es deshacer y deshacer, casi hasta hacer desaparecer a la bailaora que hay en mí. Quiero hablar del reflejo, del deseo de eliminar o adormecer el ego, aun admitiendo que para una artista que tiene que actuar para los demás eso también es una falsa máscara; quería profundizar en una oscuridad en cuyo punto más profundo comienza a rielar la realidad", afirma Molina, a cuyas palabras añadimos, para los poco amantes de los diccionarios, que rielar, según la Real Academia, significa, poéticamente, "brillar con voz trémula". Como la luna en el profundo mar.

En este proceso tan lleno de incertidumbres, la artista ha contado con la ayuda de la directora de arte (y responsable también del vestuario) Julia Valencia y con Nerea Galán, quien se encargó de buscar lazos con la filosofía, la mística o la etimología, para crear una biblia, una guía con la que poder transitar de una parte a otra e invitar al público al viaje.

El origen de este proyecto se encuentra en una de las piezas cortas –absolutamente deliciosa– que Rocío Molina llamó Impulsos, en la que compartió escenario en Sevilla con el inimitable guitarrista Rafael Riqueni. "Para mí fue un verdadero regalito que me hizo reencontrarme con mi baile, me hizo renacer. Ahí fue donde pensé dedicar un espectáculo a la guitarra. Un trabajo que ha ido creciendo por sí solo hasta convertirse en esta trilogía. Porque realmente se necesita una hora y media como mínimo para ver algo de lo que la guitarra flamenca es capaz de dar", declaró.

La primera pieza, Inicio (Uno), es un nuevo diálogo con el maestro Rafael Riqueni. "Con él todo es intuitivo, inocente, frágil, no existe el miedo, ni la vanidad. Aquí voy a improvisar porque siento una gran liberación, me siento como una niña y mi cuerpo deja de tener importancia. Al final el ego se va asomando, pero es un monstruo que no da miedo y lo acepto porque tengo que aceptarlo si quiero ser yo por completo", reflexionó Molina en la presentación de las dos piezas.

La segunda es Al fondo riela (Lo otro de Uno), porque como recalca la bailaora, "no hay dos sin uno". En ésta, mucho más compleja sin duda, la bailaora, tras probar con otras guitarras, estará acompañada por dos guitarristas completamente diferentes: Eduardo Trassierra, con el que colabora y se pasea por los escenarios del mundo desde hace diez años, y Yerai Cortés, un joven de 25 años, enamorado del baile, que confiesa haber experimentado una transformación incluso personal durante el proceso de ensayos de la pieza. "Me he dado cuenta de que se puede tocar durante horas sólo focalizando la atención en una parte del cuerpo, como las manos de Rocío", afirmó el guitarrista alicantino que acompañará también a Farruquito, el día 9 de septiembre en el Teatro Lope de Vega, en el estreno de su nuevo espectáculo Desde mi ventana.

En Al fondo riela se crea un triángulo muy singular en el que, dice la bailaora, "por un lado, estaba la contradicción entre mi deseo de desaparecer, y la necesidad de coger a mi ego y subir con él al escenario, consciente de que también es una parte de mí. Por otra, están estas dos guitarras que no pueden ser más contrarias –Eduardo es la armonía, Yerai el juego, la improvisación–, pero que se miran, se admiran, se seducen, compiten y comparten. Yo creo que es una pieza muy pulcra y muy profunda ya que, aunque en este juego de sombras sí vamos con todo nuestro ego y todos nuestros miedos, ha sido un proceso muy honesto en el que hemos querido huir del artificio exagerado, del esteticismo vacío. Yo quería desandar lo andado de alguna forma, volver atrás, pero no al origen sino a la semilla, al germen del flamenco. Me gustaría que, a fuerza de mirar el negro, el espectador empezara a reconocer los colores y las formas que rielan al fondo. Esta vez no hay lugar para la catarsis, ni para cantar gol; eso lo he dejado para la tercera parte".

En la presentación, celebrada este miércoles en el Centro de la Cerámica de Triana, intervinieron también Julia Valencia, el director de la Bienal de Flamenco de Sevilla, Antonio Zoido, y el delegado de Hábitat Urbano, Cultura y Turismo del Ayuntamiento, Antonio Muñoz. Además de agradecer la valentía de la Bienal por mantener la mayor parte de su programación en un momento tan difícil, Rocío Molina tuvo un recuerdo para José Barrios, el bailaor cordobés que acaba de fallecer mucho antes de lo que le hubiera correspondido.

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