De libros

Eva sin manzana

  • 'Adán y Eva en el Paraíso'. José María Eça de Queirós. Periférica. Cáceres, 2011. Trad. Juan Sebastián Cárdenas. 80 páginas. 11,50 euros.

Adán y Eva en el Paraíso se publica en 1897, el mismo año que el Drácula de Stoker, y sólo tres años antes que La interpretación de los sueños. Quiere esto decir que las violentas fuerzas de la naturaleza, benéficas o no, eran ya un lugar común de la literatura bien entrado el XIX, y que gran parte del Romanticismo se adentró en las espesuras naturales, en los precipicios sin nombre, buscando no sólo el terror, sino una libertad primera. Kant llamó a esto, en los amenes del XVIII, "lo sublime terrorífico", y bajo ese hermoso rubro se conciben tanto el Caín de Byron como la pintura toda de Kaspar Friedrich. Queirós, sin embargo, es más moderno: ha prescindido ya del halo trágico de sus mayores y acude al humor para revisitar los viejos mitos judeo-cristianos. De resultas de ese espíritu burlesco, más el argumentario científico de aquella hora, nace la singular obra que hoy comentamos. Una obra donde Adán y Eva, trémulos y exhaustos, atraviesan, no el Paraíso prometido en el drama del Génesis, sino la fronda hostil del Paleolítico.

También Espronceda y Twain navegaron esta agua levítica del imaginario europeo. No obstante, es Spinoza el primero en leer LaBiblia como historiador y no como teólogo. Así pues, podemos datar en Ámsterdam, y en 1670, donde LaBiblia se desliza desde la intemporalidad del mito a la arenosa fugacidad de lo profano. De aquella inaugural lectura científica de los textos sagrados, operada por el maestro holandés, viene toda la tropa subversiva que escandalizó el XIX. De ahí y de su gusto por los grandes solitarios, abrumados por la naturaleza adversa y víctimas de un destino aciago. También ocurre así en esta esplendida acuarela de Queirós, donde el Paraíso fulgura con sus luces primeras y despliega ante el hombre su hermosura inhumana. En aquella selva incógnita, será la industria de Eva quien nos aleje del primate.

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