Cultura

Justicia poética

  • 'LA FACULTAD DE LAS COSAS INÚTILES'. Yuri Dombrovski. Trad. Marta Rebón. Sexto Piso. Madrid, 2015. 680 págs. 29 euros.

Inédita hasta ahora en castellano, La facultad de las cosas inútiles de Yuri Dombrovski es una de las grandes novelas de la era soviética que, como las otras que han sobrevivido entre los escombros del realismo socialista, fue escrita para denunciar los efectos de la implacable tiranía de Stalin. Perseguidos y silenciados durante décadas, los escritores rusos disidentes lograron una doble victoria en la mayoría de los casos póstuma, tanto en el plano estético -el sufrimiento no garantiza la buena literatura- como desde luego en el plano moral, pues las circunstancias en las que afrontaron su obra, proscritos de los circuitos oficiales, a menudo sin la certeza de que el fruto de su esfuerzo viera algún día la luz, fueron de una dureza extrema y permiten pensar en algo parecido a la justicia poética. A novelas como El maestro y Margarita (Nevsky Prospects) de Bulgákov, Un día en la vida de Iván Denísovich (Tusquets) de Solzhenitsyn, Relatos de Kolimá (Minúscula) de Shalámov o Vida y destino (Galaxia Gutenberg) de Grossman, hay que sumar desde ahora esta otra igualmente ineludible, recién traducida por Marta Rebón para Sexto Piso. 

Publicada en Francia el mismo año (1978) de la muerte de Dombrovski, fallecido tras sufrir una paliza a manos de sicarios al servicio de la dictadura, La facultad de las cosas inútiles es, en palabras de la traductora, "un escrutinio del fracaso de lo humano en los sistemas totalitarios", directamente basado en la experiencia de un escritor -sus conocidos lo llamaban Don Quijote- que no aceptó doblegarse al poder omnímodo de la administración estalinista y pagó por ello un alto precio. Localizada en Kazajistán, el año del Gran Terror, la novela narra la caída de un conservador de antigüedades -custodio de valores e ideales "inútiles"- en el siniestro aparato represor de un régimen desquiciado, para el que cualquier indicio de pensamiento libre constituía el mayor delito. En una de las citas situadas al comienzo, escribe Ray Bradbury, autor de Fahrenheit 451: "Y cuando nos pregunten lo que hacemos, podemos decir: Estamos recordando. Ahí es donde venceremos a la larga". Así ha sucedido y provoca sorpresa o vergüenza comprobar que algunos presuntos rebeldes aún no se han enterado.

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