De libros

Laberinto de pasiones

  • 'El buen soldado'. Ford Madox Ford. Trad. de Victoria León. Prólogo de Felipe Benítez reyes. Paréntesis. Sevilla, 2011. 254 páginas. 14 euros.

Bien conocida entre nosotros, El buen soldado es la obra maestra de Ford Madox Ford (1873-1939) y una de las grandes novelas inglesas del siglo XX, aunque un amigo del autor -lo cuenta el propio Ford, a quien no parece que desagradara la broma- la definió como "la mejor novela francesa que se ha escrito en inglés". Fue publicada en 1915, en plena Gran Guerra, cuando el novelista aún se servía de su apellido Hueffer, al que renunció, por germanizante, una vez acabada la contienda. Su título original, conservado en la primera frase de la novela, era La historia más triste, pero el editor consideró -sin duda con buen criterio- que no era el más adecuado para un melodrama irónico y sentimental que llegaba a las librerías mientras centenares de miles de soldados se dejaban la vida en el barro. El propio Ford luchó en las trincheras y de su experiencia en el frente nació su celebrada tetralogía El final del desfile (1924-1928), que permanecía inédita en España y ha sido recientemente publicada por Lumen.

Enunciados a la ligera, los argumentos de muchas novelas dicen poco del placer que puede provocar su lectura. El buen soldado trata de las relaciones, en principio cordiales, entre un matrimonio de ingleses, los Ashburnham, y otro de norteamericanos, los Dowell, que entablan amistad en un balneario y poco a poco -a lo largo de nueve años- van revelando una intrincada red de miserias conyugales. Nada del otro mundo, salvo por el modo como está contada la historia. Los saltos en el tiempo, la ambigüedad del narrador, los cambios en el punto de vista o la dosificación de la expectativa convierten un relato de fondo más o menos convencional e incluso folletinesco en un artefacto perfectamente diseñado para atrapar desde la primera página. Nada es lo que parece y ni siquiera el narrador, como él mismo concede, resulta digno de confianza, pero a medida que completa los huecos el lector puede disfrutar, entre sorprendido y admirado, el genuino sabor de una minuciosa obra de arte.

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