De libros

Pedagogía del relato

  • 'CALILA Y DIMNA'. Edición de José María Merino. Páginas de Espuma. Madrid, 2016. 288 páginas. 24 euros.

Es Vladimir Propp, en su Morfología del cuento, quien establece las características y enuncia las funciones de la literatura infantil como guía del imaginario párvulo. También Bruno Bettelheim, en su Psicoanálisis de los cuentos de hadas, hará una apreciación similar sobre la naturaleza formativa de las fábulas. No debe extrañarnos, por tanto, que los cuentos que se incluyen en Calila y Dimna formen parte, como El Conde Lucanor, como los Lais de María de Francia, de un tipo de literatura destinada a la educación cortesana, y cuya traducción al castellano -la de Calila y Dimna- se debe a la curiosidad de Alfonso X el Sabio, que lo mandó verter del árabe, como antes había sido vertido del persa, y aún antes del sánscrito con que se escribe el Panchatantra, en el siglo III de nuestra era.

Sea como fuere, hay una diferencia obvia entre la literatura pedagógica occidental (las Fábulas de Esopo, El Conde Lucanor, El decamerón, La nave de los locos de Sebastian Brant), y esos cuentos enhebrados por la tradición indostánica. Las historias de Calila y Dimna, como las recopiladas en el siglo IX bajo el título de las Mil y una noches, transmiten una idea de infinito. Pero no de su concepto geométrico, que llegaría más tarde, sino de un infinito que nace de la sucesiva inclusión de un cuento dentro de otro, y cuyo fruto occidental más conocido es El Quijote. Para Esopo, sin embargo, esta disposición no existe. Y tampoco para los hermanos Grimm, que compilarían los cuentos del folklore europeo dos milenios más tarde. Buena parte de su eficacia, de su misterio, de la larga ventura de Calila y Dimna, quizá resida en esa proliferación que anuncia ya el arabesco y cuanto de refinado y enigmático quisieron ver en el Oriente el XVIII de Galland y el XIX de Burton.

Es una particularidad de esta edición, a cargo de José María Merino, su decidida voluntad actualizadora. Podríamos citar el Mío Cid de Alfonso Reyes como ejemplo eminente de este trasvase a un castellano más franco, inteligible y raudo. Cumplida con largueza dicha misión, quedan aquí las fábulas de Calila y Dimna, con su gracia original, con su intrincada nervadura, expuestas a la curiosidad moderna.

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