Cultura

Ruido ahora y mella en la Historia

  • El sello argentino Caja Negra reúne una selección de textos decadendistas, de D'Aurevilly a Marcel Schwob.

Antología del decadentismo. Perversión, anarquía y neurastenia en Francia (1880-90). Claudio Iglesias (selección, traducción, prólogo). Caja Negra. Buenos Aires, 2015, 288 páginas. 20 euros.

En su escueta Carta a Le décadent -que comparece en esta coqueta antología del decadentismo que recuperan los argentinos de Caja Negra- Paul Verlaine celebraba el renacer de la revista de su amigo Anatole Baju dejando de pasada, en un puñado de renglones, una de las más certeras definiciones de esta anti-escuela literaria: "Una literatura esplendorosa para un tiempo de ruina, que no marcha al paso de la época, sino a contramano, con insurgencia, reaccionando por lo delicado, lo elevado, lo refinado si ustedes quieren, de sus tendencias, contra la llaneza y la infamia literarias y de otro tipo, ambientales (…)". Así, aunque esta producción truculenta y provocativa, relatos bajo el prisma de criminales, neuróticos o adictos al éter, invite a que nos fijemos más en el qué que en el cómo, es en la ruptura formal a partir de una escritura orgullosamente autónoma donde yace la trascendencia de estas décadas injustamente pasadas por alto o subsumidas en la profunda personalidad de Baudelaire.

Hablamos, entonces, de esa suerte de "a contramano" finisecular que parece dar la razón al filósofo Foucault cuando decía que la literatura moderna no debía concebirse como el corolario del siglo que inventó la filología, sino más bien como su compensación, un extraño repliegue que -como recuerda Claudio Iglesias, responsable de la edición- tuvo uno de sus más inolvidables orígenes en el fulgurante Isidore Ducasse, acogido a la aristocracia del espíritu para mejor despegarse de la sociedad industriosa y la burguesía emprendedora, de la vida en serie. No muy lejos, entonces, del Conde de Lautréamont quedará uno de los hitos fundacionales del decadentismo, otro "a contrapelo", el que firmara Joris-Karl Huysmans en 1884, À Rebours, cúspide de la reivindicación de la lengua faisandée (pasada, podrida) que se ejecutaba sobre el palimpsesto desleído de la Farsalia de Lucano, la lengua clásica alambicada y herida de manierismo. Fueron de esta manera los decadentistas, pronto orillados por la ortodoxia simbolista, quienes buscando dar cauce a nuevas experiencias estéticas basadas en la demolición de lo cultural-establecido antes que en reinventar procesos de representación participarían provechosamente de la negatividad -ésa que Hegel había desencadenado, en su inconsciencia, tanto para marxistas como para los futuros pensadores del afuera: de Nietzsche a Bataille o Blanchot-. Oposición entre lúdica y tóxica, paseo por un inexplorado laberinto urbano enunciado desde el filtro de la enfermedad y el desvarío que nacía condenado a consumirse en su voluntad terrorista sobre nuevos materiales dignos de "pasar por el arte", de ser "estetizados".

Comparece aquí el propio Huysmans, también Jean Lorrain, Villiers De L'isle-Adam, Barbey D'Aurevilly, Jean Richepin, Octave Mirbeau, Remy de Gourmont o Marcel Schwob, y todos lo hacen con prosas pasajeras, cuentos, crónicas, nouvelles... textos efímeros en definitiva que el antólogo distribuye según su inclinación temática: ya la fascinación por lo caído en el tiempo, lo condenado al ocaso y la putrefacción, ya la parapsicología, el espiritismo o la neurastenia, ya los vericuetos del sueño y las jugarretas de la virtualidad, ya la inclinación al crimen y al apostolado de la violencia. Supone esta última decantación de lo enfermizo y catastrófico, que emparienta la pluma inútil con la bomba y el magnicidio (ambos gestos considerados ornamentales, carentes en última instancia de sentido), la más radical de todas ellas, un ambiguo coqueteo entre anarquía y decadencia que patrocinara la propia Louise Michel y que permite leer cuentos tan afilados y divertidos como El heroísmo del doctor Hallidonhill de De L'isle-Adam, donde a partir de la historia de un médico que antepone el escrúpulo científico a la vida humana se demuestra, por otro lado, que la literatura sólo puede ser política de verdad cuando se desvía del carril ideológico prediseñado.

Cierra el volumen una pequeña selección de provechosos textos, alegatos, conferencias o querellas entre decadentes y simbolistas, así como una colección de bellas y concisas semblanzas de todos los autores compendiados.

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