El Batavia | Crítica

Una Utopía sangrienta

  • 'Batavia' retoma el trágico naufragio, ocurrido en 1629 junto a las costas de Autralia, donde los supervivientes se vieron diezmados y atormentados por la voracidad criminal de uno de sus tripulantes: Jeronimus Cornelisz

Imagen del periodista y escritor australiano Peter FitzSimons

Imagen del periodista y escritor australiano Peter FitzSimons

Uno de los naufragios más extraordinarios que conoció el XVII, coronado por la locura, el vértigo y infamia, fue el que protagonizaron la tripulación y el pasaje del Batavia, propiedad de la compañía holandesa de las indias orientales, en el arrecife coralino de las Abrolhos, ya en las proximidades de Australia. Tras la marcha de parte de la tripulación en busca de socorro, el ayudante del contramaestre, Jeronimus Cornelisz, implantará una monstruosa tiranía sobre aquellos islotes, en la que ningún crimen, ninguna villanía, dejó de practicarse. El porqué de tal comportamiento acaso tenga que ver con el rigor anabaptista de Cornelisz, que le hizo huir de Holanda en busca de geografías más laxas u hospitalarias. Lo insólito de su ferocidad, no obstante, junto a sus extraordinarias dotes de oratorias, nos sugieren en Cornelisz al criminal complejo. Tal vez, un idealista.

FitzSimons aborda los sucesos del Batavia, al modo de la non fiction novel, con la ligereza y la operatividad de lo narrativo

El gran Simon Leys dedicó casi dos décadas al estudio de aquellos sucesos, de difícil parangón en cuanto a su misteriosa y peculiar monstruosidad. Sin embargo, la publicación de La tragedia del Batavia, del historiador británico Mike Dash, disuadieron a Leys de su empeño inicial, dejándonos, eso sí, un extraordinario opúsculo: Los náufragos del Batavia. Estos son los destacados precedentes que ha tenido ante sí el periodista australiano Peter FitzSimons para abordar los sucesos del Batavia, al modo de la non fiction novel, otorgando a los datos la ligereza y la operatividad de lo narrativo. Es sabido, por otra parte, que Cornelizs se vio urgido por la avaricia y utilizó sus dotes de seducción para ganarse a parte de la tripulación y apropiarse del oro del Batavia. Lo cual explicaría sólo un aspecto del proceder de los amotinados tras el naufragio. La República de sangre que instauró Cornelizs, su monstruosa isla de Utopía, unen al concepto de sociedad ideal que inquietó al XVI y al XVII una virulenta forma de psicopatía. Una psicopatía, de orden religioso, que halló su parangón, probablemente, en otra profunda criminal del XVII: Erzébeth Báthory, La Condesa Sangrienta.

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