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La familia española entre dos milenios

  • Desde los días de la Edad Media hasta la actualidad, la familia como institución social ha ido cambiando del mismo modo que lo ha hecho España. Los profesores Chacón y Bestard registran esa evolución.

Familias. Historia de la sociedad española. Francisco Chacón y Joan Bestard (directores). Cátedra. Madrid, 2011. 1.248 páginas. 41,20 euros.

En 1987 se publicó un libro que causó gran impacto entre los que entonces nos iniciábamos en los estudios de historia. Se titulaba La familia en la España mediterránea y demostraba que era posible historiar la institución social que por su naturaleza y tradición parecía más resistente al cambio y los vaivenes políticos. Aquel trabajo colectivo, dirigido por el eminente historiador Pierre Vilar, era deudor de los estudios de Peter Laslett, que había propuesto una tipología de familias basada en el criterio de residencia (familia nuclear versus familias troncales y extensas), aunque planteara algunas hipótesis de trabajo sobre la herencia o el parentesco que ya dejaban adivinar la complejidad del tema. Desde entonces, veinticinco años de investigación, coloquios y debates metodológicos han producido nuevos planteamientos y formulado ambiciosas preguntas. Familias. Historia de la sociedad española sintetiza en sus más de mil páginas este inmenso caudal de conocimientos, de la mano de acreditados especialistas y bajo la dirección del historiador Francisco Chacón y el antropólogo Joan Bestard. Viene en buen momento por dos razones de peso: la necesidad de disponer de un instrumento de consulta para el investigador homologable a los que ya existen en otros países y la más importante aún de atender la demanda de conocimiento de una sociedad española que está viviendo la transición del modelo de familia tradicional (y sus roles asociados) hacia otras formas de cohabitación plurales y desea saber más sobre sus antecedentes históricos.

La matriz de la familia hispánica moderna es, en sí misma, problemática en la medida en que resulta del solapamiento de la cultura cristiana sobre la andalusí. Amalia Zomeño sugiere que la sociedad cristiana conservó rasgos del sistema musulmán de transferencia patrimonial (como la mejora de las hijas en sus matrimonios) cuando ya formaban parte de la costumbre. A este factor original se sumó desde muy pronto la red de parientes y amigos que perfila un segundo anillo de solidaridad familiar, transmitido por la fuerza de la sangre (Hernández Franco). Sin olvidar un tercer elemento, el acceso a los recursos humanos y económicos (aspecto que estudia Francisco García), que en los siglos modernos va a definir algo tan importante como son las oportunidades de elección de las familias, factor estratégico en el control de la tierra, los cargos y los honores, esto es, de la preeminencia social. A resultas de todo ello cabe concluir que los patrones jurídicos y los modelos de familia han sido sustituidos en la reciente investigación por las estrategias familiares, divergentes y abiertas a las relaciones de vecindad como demuestran las aportaciones de Llorenç Ferrer y el propio Chacón en este volumen. Hasta los afectos y sensibilidades se modularon sobre la jerarquía de dependencias, y ésta giró, a su vez, en torno a las componendas del linaje.

Se dibuja así una cultura familiar, integradora de todos estos procesos que finalmente se erige, como expresa Robert Rowland, "en el marco relevante para las decisiones de padres, hijos y hermanos en cuanto al matrimonio y a los derechos y obligaciones que se mantienen después". Las mujeres quedaron secularmente excluidas de estas decisiones, sobre todo después de la aprobación del código civil de 1889, que las subordinó jurídicamente, considerándolas menores de edad y limitando su identidad al ámbito doméstico. Una línea de pensamiento crítico surgió en paralelo a las leyes reclamando el derecho de la mujer sobre su propio cuerpo y su destino (Ana Aguado lo trata en su capítulo sobre Familia e identidades de género), aspiraciones que no se consolidaron hasta la actual democracia.

En el intervalo, España había asistido a una profunda transformación de sus tasas de nupcialidad y fecundidad, aunque no tan distintas a las conocidas en Europa occidental. Joaquín Recaño subraya que tanto el estancamiento del primer tercio del siglo XX como la efervescencia de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron tendencias compartidas por las familias españolas que, sin embargo, se incorporan tarde al declinar del modelo matrimonial aunque cuando adopten este comportamiento lo aceleren, manteniendo, por contra, una tardía emancipación juvenil.

Estos matices apuntan a una singularidad española relativa, diluida progresivamente en el horizonte de las nuevas relaciones de parentesco y los cambios en la cultura de la adopción y la filiación (Diana Marre) que comparte con otros países de su entorno. Así, si los trabajos fundadores de Laslett nacieron motivados por la desintegración del patrón de convivencia tradicional en la Inglaterra de los años 70, este imprescindible libro cobra sentido en el contexto de vertiginosa evolución y nuevos desafíos que rodean a la familia española en el siglo XXI.

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