Salvador Gutiérrez Solís. Escritor

"El humor y la ironía son magníficos anzuelos"

  • El autor publica 'Escritores', un libro de relatos con la literatura como protagonista por el que desfilan personajes variopintos

Tras la publicación de El orden de la memoria (2009), el autor cordobés Salvador Gutiérrez Solís se embarca en una nueva aventura literaria con Escritores (El Olivo Azul), un libro compuesto por 17 relatos llenos de humor e ironía en los que aparecen desde un detective poeta hasta un torero escritor o un ensayista de alquiler.

-Los relatos de Escritores tienen a la literatura como hilo conductor, ¿por qué ha decidido tocar esta temática?

-Siempre me ha interesado la metaliteratura, escribir de los personajes, de los decorados, de las entrañas de la literatura. Tal vez sea por un anhelo permanente por exponer al escritor o al hecho literario como algo natural y no extraordinario. La literatura debe formar parte de lo cotidiano. Por un ejercicio de normalización, podríamos denominarlo de esta manera. También porque es un ámbito que conozco, un mundo que no me es ajeno y que, a pesar de eso, cada día me sorprende más.

-¿Quiénes son los protagonistas de su libro?

-Retrato escritores que podríamos considerar como convencionales y otros que son amplificaciones bienintencionadas de escritores que he conocido a lo largo de los años. Si me detengo un instante a pensarlo, todos los escritores que aparecen en este libro cuentan con una gran y común característica: aman la literatura. De hecho, tal vez este libro sea mi particular homenaje a la literatura, a los sueños, desvelos y emociones de quien se lanza a sus profundidades.

-¿De qué forma plasma sus experiencias personales en este libro?

-Siempre he mantenido que no soy un escritor autobiográfico: mi vida no es tan interesante como para ser contada a los demás. Sin embargo, con el paso del tiempo me he ido dando cuenta de que todos los escritores, de una manera u otra, no hacemos otra cosa que contar nuestra propia vida. Y no hablo de pasajes o situaciones concretas, me refiero a que describimos y narramos a partir de nuestras propias percepciones. Cuando describo el amor, una caricia, la muerte, la ira o la alegría, lo hago a partir de percepciones propias.

-¿Se ha inspirado en otros compañeros de profesión?

-Siempre lo hago; en ese sentido, soy un autor muy permeable y curioso. Cualquier historia, situación o personaje que me atraiga es susceptible de aparecer en mi obra. De hecho, hay quien se reconoce. En cuanto a otros escritores, desde la primera entrega del Novelista Malaleche me sucede algo muy curioso: son los propios escritores, algunos de ellos muy conocidos, los que me piden que los incluya en nuevas entregas. Y yo soy una persona muy cumplida.

-¿Qué papel juega el humor en las historias de Escritores?

-España, creativamente, es un país muy pudoroso, casi mojigato. Se nos ha instruido en la falsa creencia de que la buena literatura o cine deben ser serios, profundos, aburridos si se me permite. Hemos confundido calidad con seriedad. Y puedo asegurar que arrancar una sonrisa del lector, incluso una carcajada, es infinitamente más difícil que transmitir o engendrar tristeza, mucho más difícil, y no exagero. Además, el humor o/y la ironía son magníficos anzuelos con los que atrapar al lector y acercarlos a cuestiones esenciales que a todos nos afectan.

-¿Es más fácil abordar la metaliteratura a través de la ironía?

-No sé si es más fácil o más difícil, lo que me niego es a realizar una ejercicio de naturalidad literaria desde sesudos y académicos planteamientos, ya que el resultado sería justamente lo contrario de lo que pretendo. Retomo la idea de anzuelo: es muy importante envolver la literatura de planteamientos atractivos para el lector. Y más si cabe en este periodo histórico que nos ha tocado vivir, donde la literatura compite con otras expresiones tan atractivas como veloces, casi instantáneas.

-En esta obra saca de la clandestinidad a la literatura, ¿son necesarios este tipo de libros para hacer más humanos a los escritores?

-Hay una frase que no me canso de repetir: el escritor debe saber lo que cuesta una caja de leche, y una docena de huevos, y el nombre del equipo que lidera la tabla (que por cierto es el Real Madrid), o lo que sucede con Grecia... El escritor no puede ser ajeno al mundo que le ha tocado vivir, ya que el escritor forma parte de este mundo. La única diferencia con respecto a otro tipo de profesiones, tal y como sucede con otras actividades creativas, es que el escritor cuenta con una vertiente pública, se muestra. En todo lo demás, es un currante más.

-Escritores es su segunda incursión en la narrativa breve después de Jugadores y coleccionistas. ¿Por qué ha regresado a este género?

-Debo reconocer que escribo muy pocos relatos, muy pocos. De hecho, éste es mi segundo libro en ocho años. No sé si habrá un tercero, no antes de diez o quince años en cualquier caso. A diferencia de Jugadores y coleccionistas, Escritores es un libro más coherente, posee una unidad, una intencionalidad, no es una mera compilación. También es Escritores el florecimiento de semillas que he ido esparciendo en obras anteriores, pequeños embriones que me ha fascinado gestar y parir en este libro. Ha sido realmente divertido, maravilloso y cálido construir este libro. Ha sido un embarazo placentero y creo que la criatura me ha salido guapísima. Lo digo con pasión de padre, indiscutiblemente, pero también con la objetividad que me proporcionan los años y los libros.

-¿Tiene a la vista un nuevo proyecto?

-Hay un proyecto, muy avanzado, que verá la luz a lo largo del próximo año. Regreso a la novela, y de nuevo me lanzo a una nueva aventura, a un tono y temática absolutamente distintas a los que hasta hoy he frecuentado. Se trata de un retrato generacional, en donde trato de plasmar todas esas disyuntivas que nos podemos encontrar en el tránsito de lo que entendemos como juventud a la edad adulta. Creo que es una obra muy descarnada, pero muy sincera.

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