Isaac Rosa. Escritor

"Me obligo a tener esperanza en el futuro, aunque la realidad no invite al optimismo"

  • El autor se pregunta en 'Lugar seguro', la novela que le ha reportado el Premio Biblioteca Breve, por las formas de responder a la incertidumbre y las alternativas al cinismo y al desencanto

El narrador Isaac Rosa (Sevilla, 1974), fotografiado antes de la entrevista.

El narrador Isaac Rosa (Sevilla, 1974), fotografiado antes de la entrevista. / Antonio Pizarro

Segismundo García, el protagonista de Lugar seguro, la novela con la que Isaac Rosa ha ganado el Premio Biblioteca Breve, es un pillo de "esquelética conciencia" –no un "asustaviejas", se defiende– que vende búnkeres metiendo el miedo en el cuerpo a los posibles clientes ante una amenaza incierta. Él, que ha heredado la ambición, el deseo de medrar y la impotencia de su padre, juzgado por sus turbios negocios con clínicas dentales, tendrá que salir en ayuda de su hijo, otro pillo, y descubrirá en esa aventura otra forma de estar en el mundo, la de gente que se enfrenta al cinismo en pequeñas comunidades, cooperativas, gente que "está probando a cambiar las cosas". Isaac Rosa firma una novela inteligentísima, en la que conviven el sarcasmo y la ternura, que se pregunta "si estamos a tiempo de evitar el colapso".

–En una escena de El buen patrón, el empresario al que interpreta Bardem carga contra las subvenciones que recibe el cine. Aquí, con la misma ironía, su protagonista y narrador se burla de algunos activismos en los que usted cree.

–Yo buscaba un narrador que no fuera afín a mí, que leyera la realidad desde sus filtros, sus prejuicios, su ideología. Un personaje como Segismundo era un recurso, me permitía hablar de la salida esperanzadora que pueden suponer ciertas agrupaciones. Siempre se plantean los elementos negativos del futuro pero nunca otra alternativa, y quería mostrar eso desde un narrador distante, para evitar el panfleto, para no idealizar esos movimientos y no caer en la ingenuidad. Esa voz me facilitaba explorar los obstáculos, los límites, que se encuentra cualquier intento de transformación social, abordarlos de una forma más crítica de como lo harían sus defensores. Pero, además, resultaba interesante que los lectores aceptaran o cuestionaran el relato ante un narrador como éste, poco fiable, que claramente tiene sus intereses, que igual que se monta sus películas para vender búnkeres puede estar contando una versión más distópica y exagerada de lo que ocurre.

–En Miedo, la periodista Patricia Simón señalaba que vivimos en un país seguro, pero los constantes anuncios de los sistemas de alarmas nos generan inquietud. El protagonista de Lugar seguro se dedica a eso, a crear miedo.

–De hecho, las prácticas comerciales de Segismundo son las mismas que utilizan los vendedores de alarmas. Cambia un matiz, cambia que el personaje se refiera a un búnker en vez de a una alarma para el hogar, pero el procedimiento es igual: él lleva un amplio dosier con noticias alarmantes, asusta a los clientes, se aprovecha del miedo de los más vulnerables... Es un tema que me interesa mucho, el de los mercaderes del miedo, los que hacen negocio con eso. Ahora, con la guerra, habrá un aumento de los presupuestos militares, del gasto para armamento, y todos lo aceptaremos porque nos sentimos inseguros.

–La imagen de la cubierta del libro, una familia haciendo un pícnic mientras un hongo atómico explota en el horizonte, tiene tras la invasión de Ucrania otra lectura...

–El mismo día que salía de imprenta el libro, los periódicos titulaban con que Putin podría usar armas nucleares. De repente, no sólo la portada tenía otra lectura, el libro mismo tenía de repente una vigencia aterradora. Uno no puede elegir cómo te van a leer, y te van a leer, inevitablemente, con las últimas noticias, en caliente. Quiero pensar que Lugar seguro tendría el mismo sentido si no hubiese habido guerra en Ucrania. El discurso sobre el miedo y la incertidumbre de nuestra época seguirá ahí, inevitablemente, por otra guerra, otra pandemia, cualquier imprevisto...

Isaac Rosa. Isaac Rosa.

Isaac Rosa. / Antonio Pizarro

–El jurado del Biblioteca Breve destacó la renovación de la literatura picaresca española que propone la novela, pero usted matizó después que la mayor inspiración era otra, John Cheever.

–Sí. Tenía la estructura del cuento de El nadador como modelo, hay una frase al principio que es un homenaje a esa historia, y el personaje avanzaría de búnker en búnker. Comprobé que en un cuento esa repetición puede funcionar, pero en una novela debe ocurrir algo más para que no acabes aburriendo a los lectores. Es curioso, porque yo no pensé en la picaresca a la hora de escribir, pero sí que es verdad que estos Segismundos García tienen algo de los pícaros de toda la vida, vienen de un origen humilde, están obsesionados con el dinero y el ascenso social, se pegan la hostia...

–Su protagonista tiene una pesadilla en la que el ascensor social se ha averiado y él está a punto de caerse por el hueco de ese ascensor. ¿Nos engañaron con la idea de que se podía llegar al ático?

–Más que engañarnos, pienso que la gente sí pudo ascender durante unos años y luego se produjo un volantazo. Una o dos generaciones pudieron progresar, en la posguerra europea, en el final del franquismo y el comienzo de la democracia en el caso español. Llegó un tiempo que todos creímos de bienestar, prosperidad, desarrollo, democracia, y parecía que la cultura del esfuerzo tenía su recompensa... Con nuestros padres, mucha gente de origen modesto pudo ir a la universidad, encontrar un buen trabajo... El giro neoliberal de finales del siglo XX empezó a desmontar esa estructura, y ya el siglo XXI, que ha sido una sucesión de crisis, shocks de todo tipo, accidentes y grandes imprevistos, nos ha dejado como a Segismundo, nos hemos quedado colgando en ese ascensor, a punto de caernos...

"No somos capaces de pensar un futuro mejor. Aceptamos que el intento de cambiar el mundo va a fracasar"

–¿Sería muy distinto Lugar seguro con tres mujeres de una familia en vez de con tres hombres?

–He pensado en ello, sí, algún lector me señaló que están muy marcados los roles en los hombres y en las mujeres en este libro. Mis personajes representan algo asociado a la masculinidad, esa cultura que se vincula al emprendimiento, a la idea de buscarse la vida, una mentalidad que afecta no sólo a sus negocios, también a las relaciones entre ellos. El protagonista tiene que cuidar del padre pero esa tarea es una carga, mientras que con su hijo ejerce casi como un tutor empresarial. Aquí las mujeres ponen el contrapunto, representan otras miradas, otros valores. Fue intencionado, porque en el activismo que he conocido, en las protestas contra los desahucios o en la lucha contra el cambio climático, donde se implica gente más joven, veo más mujeres. Quería que en este libro ellas aportaran la parte de esperanza.

–Usted tiene tres hijas, ha escrito novelas juveniles y escucha las demandas e inquietudes de los adolescentes. Da la impresión de que no es demasiado derrotista con las generaciones que vienen.

–Yo me obligo a tener esperanza en el futuro, aunque muchas veces la realidad no te invite al optimismo. Tengo, digamos, cierta voluntad de optimismo, porque, si no, te rindes y te resignas, y no creo que esa sea la mejor opción. Hace unos meses estuve en un instituto de Melilla y les pregunté a chavales de 12 años por el mañana. Me dolió porque a esa edad yo tenía la imaginación sin contaminar, fantaseaba con coches voladores, pero ellos, tan chicos, ya hacían un retrato muy negro. No somos capaces de pensar otro futuro, aceptamos ya que cualquier intento de cambiar el mundo va a fracasar y que todo va a ir a peor. Tenemos que desterrar ese pensamiento. Porque si fuera que a los escritores y a los cineastas no se nos ocurre otro porvenir, vale, pero es la sociedad la que no concibe otro horizonte. Ahí tenemos un problema. Aceptando, lo que decía, que el mundo no invita al optimismo, tenemos que salir de ese bucle. Al mismo tiempo que nosotros nos quejamos, hay gente que está probando a cambiar cosas, todavía con un alcance limitado. Yo eso lo valoro mucho. Sin esos gestos estamos perdidos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios