El ojo que escucha | Crítica

El escritor malhumorado

  • José Mateos reivindica el arte y la belleza en un libro que reniega de una sociedad en la que "hemos sido degradados de ciudadanos a clientes"

El poeta y editor José Mateos.

El poeta y editor José Mateos. / Miguel Ángel González

Quizás dentro de muchos años haya alguien interesado todavía en la literatura verdadera, en la escritura que no intenta descifrar enigmas sino plantear preguntas, en la cultura transformadora y enriquecedora, alejada de la industria del entretenimiento con la que ahora tratan de confundirla. Quizá en ese hipotético futuro alguien decida conocer un poco mejor cómo era la sociedad actual a través de los libros que se publican en nuestros días.

No podemos adivinar qué pensará esa persona de nuestra forma de vida, de nuestros gustos y de cómo nos enfrentamos al presente. Lo que sí podemos aventurar es que si por casualidad se topa con El ojo que escucha de José Mateos descubrirá que en nuestros días existía la disidencia silenciosa de los que no se resignan, que había escritores que se alejaban de la autocomplacencia, que escribían libros para despertar el pensamiento, esos que no están destinados a ser engullidos sin reflexión previa.

El ojo que escucha es un libro subversivo, aunque no va a provocar ninguna revolución de masas, sino diminutas y no menos importantes revoluciones personales, esas que quizás no muevan un mundo en el que casi nada tiene remedio ya, pero que son capaces de mover los cimientos de nuestro mundo propio.

El libro de José Mateos tiene un elocuente subtítulo: "Consideraciones filosóficas sobre el principio o el fin", que ejerce de pórtico a una obra en la que el autor realiza una reflexión personal sobre la sociedad contemporánea y, además, se atreve a hablar de cuestiones tan desligadas de lo que se considera actualidad como el arte o la belleza. Es un libro discrepante porque se para en lo fundamental y se niega a pasar de puntillas por los tópicos reinantes en la sociedad de consumo en la que nos vemos poco a poco atrapados.

Es un libro subversivo, de esos que mueven los cimientos del mundo propio del lector

El ojo que escucha nos presenta siete consideraciones: Días críticos, Sobre el arte actual, Sobre la fotografía, La belleza, Sobre la pintura, Sobre la poesía y Sobre la música. Los textos, como nos advierte el autor en el breve prólogo de la obra, son de diversa procedencia. Algunos de ellos son inéditos y otros han sido rehechos a partir de escritos anteriores pensados en primera instancia para conferencias o catálogos de algunos artistas amigos.

Es la primera de estas consideraciones la que marca el tono general del libro. Nos encontramos ante un firme alegato contra la "revolución consumista" y la absoluta primacía que han ido adquiriendo las máquinas en nuestras vidas. José Mateos expresa con absoluta claridad su desconfianza hacia una sociedad en la que, "sin darnos cuenta, de un día para otro, hemos sido degradados de ciudadanos a clientes" y nos pone en alerta sobre nuestra creciente dependencia de ordenadores y dispositivos móviles: "La máquina genera su mala utilización porque la máquina ha sido fabricada también para su mala utilización". El autor toma posiciones ante la progresiva deshumanización de la sociedad e insiste en defender, "proteger y cuidar esas pocas cosas invisibles que siguen sin contaminar".

En la segunda consideración filosófica, el autor se centra en desenmascarar las falacias de la actividad artística actual, "el envenenamiento y vaciamiento del arte, su asimilación por la industria cultural de masas". Mateos pone de manifiesto la anulación de nuestra propia identidad, la aniquilación de nuestro pensamiento que produce la producción de arte como objeto de consumo y, a través de las consideraciones expuestas, nos pone en alerta ante el artista actual que con su obra vacua parece decirnos: "Apaga tu inteligencia y entra en mi juguetería: te voy a dar tu ración de olvido y entretenimiento".

Sobre estos dos capítulos primeros pivotan el resto de las consideraciones filosóficas que integran el volumen. El autor concreta cómo afecta la deriva del arte actual a la fotografía, la poesía, la pintura y la música y levanta la voz para defender la fragilidad como "lo más digno de amor que posee un hombre".

Mateos teme que estemos quemando "dos mil años de pensamiento, de arte, de convivencia"

En las palabras preliminares que abren El ojo que escucha, José Mateos nos advierte que estamos ante la obra de un escritor "un tanto malhumorado, ensombrecido sin duda por la impresión de que estamos quemando en una pira colectiva todo lo que hemos acumulado durante más de dos mil años de arte, de pensamiento, de convivencia…".

Pero más allá de ese tono que el autor define como "a veces panfletario, a veces apocalíptico", encontramos en este libro el modo incisivo de la clara inteligencia, el carácter independiente de un escritor que no está sujeto a modas, que se expresa libremente, que no pretende adular ni siquiera al lector. Mateos pone el acento en lo que verdaderamente cree importante, se compromete con una postura vital ciertamente incómoda y lo hace desde la buena literatura, sin miedo a usar, con todas las consecuencias, términos como arte, belleza o filosofía que han sido vaciados de contenido para atontar nuestras menguadas conciencias.

Con su escritura certera, con su discurso bien modulado, José Mateos nos propone asumir valientemente "este asombro de mirar, de escuchar, de sentir…, en medio de un universo inmenso que parece indiferente a nuestras preguntas y a nuestros ruegos".

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