poesía | narración popular

Nórdica recuerda la melodía de los cuentos

  • Dos poemarios, ‘Érase un verso’ y ‘Transformaciones’, nos invitan a indagar en el mensaje de las historias tradicionales

Ilustración de Sandra Rilova sobre 'Hansel y Gretel' en 'Transformaciones'.

Ilustración de Sandra Rilova sobre 'Hansel y Gretel' en 'Transformaciones'. / Sandra Rilova

¿QUÉ nos cuentan los cuentos? Porque hay algo, eso está claro, que no es exactamente lo que se nos narra –partió el héroe, encontró el objeto mágico, conoció a la princesa, venció a su archienemigo, pura semiología–, que no son exactamente las palabras. ¿Cuál es esa canción que va por debajo y que creemos escuchar?

Los cuentos esconden un mensaje en su interior. De hecho, ni siquiera es sólo uno: cuidado con las apariencias, el amor de una madre transciende la muerte, tu propia madre puede querer destruirte; pagarás el daño a los animales; una bruja no es más que una princesa sin príncipe; no hay fuerza como la de dos niños que han sobrevivido a la noche; la desesperación es la vencedora de cualquier historia; cuídate de la bestia del castillo, fíate de la bestia del castillo; a quién se le ocurre adentrarse en el bosque llevando tan solo una cesta, niña. Cuanto más dulce la lengua, más fiero el diente.

Los cuentos susurran, en cualquier caso, como los vapores de la sibila. Precaución, cuidado, nos dicen las amanitas que siembran las ilustraciones, las rojas manzanas, las rojas caperuzas, los zapatos rojos, diabólicos y candentes, la sangre prendida en la llaves, la sangre en la nieve, las lenguas maledicentes. El peligro acecha.

Nórdica ha decidido este otoño sacar a la luz dos poemarios (ambos en edición bilingüe) que se enhebran en esta canción. Uno de ellos, Érase un verso (poemas de hadas revisitados)presenta una compilación a partir de aportaciones de autores tan dispares como Neil Gaiman, Sylvia Plath, Leonard Cohen o Anne Sexton. Cada uno de ellos, acompañado de las ilustraciones de otros tantos dibujantes, que también han tocado en algún momento el género (Ana Juan, Sara Morante, Elena Ferrándiz...)

Como bien apunta en la introducción del volumen su traductor, Lawrence Schimel, los cuentos tradiciones son para muchos autores un “terreno muy fértil” a explorar, ya que “contienen arquetipos poderosos, de nuestras infancias, aunque perduren con nosotros toda la vida”. La insidiosa melodía: Fíjate, tu mano tiembla. /No es parálisis ni embriaguez, es tu doppelgänger intentando salir. Cuidado... cuidado... , nos canta el ‘Rumpelstinkin’ de Anne Sexton.

Sexton es, precisamente, la autora del otro título de la misma línea que ha publicado la editorial, recuperando Transformaciones, uno de sus poemarios referenciales. Editado por primera vez en 1971, Sexton visita aquí dieciséis de los cuentos de hadas tradicionales de los hermanos Grimm –muchos de ellos, entendemos, con el tema de las metamorfosis y su fascinación como componente–, de los que procura no tanto realizar una nueva lectura –que llega a través del lenguaje y de las referencias–, sino sumergirnos en sus códigos. La medida se la dan, además, las ilustraciones de Sandra Rilova, otorgando protagonismo al blanco, rojo y negro esenciales: los primeros colores, asociados con el nacimiento, la fertilidad y la muerte; los tres grandes estadios de la existencia, las tres grandes competencias de las divinidades femeninas.

Transformaciones (trad. María Ramos) antecedió en unos años a La cámara sangrienta de Angela Carter, con quien comparte aire: tanto Sexton como Carter desnudan las historias hasta dejarnos frente a la canción primigenia, eso que creíamos escuchar pero no sabíamos, pero no estábamos seguros de saber. Sexton lo hace retomando el relato en sus coordenadas e incorporando a veces su aportación, el añadido de los tiempos: así, en la Bella Durmiente, terminan conjugándose novocaína e incesto; Blancanieves permaneció en palacio –nos dice, por ejemplo–, abriendo y cerrando sus ojos azul esmalte, la mística de la feminidad, la muñeca silente, el destino perfecto; mientras que ‘Las doce princesas bailarinas’ fueron “arrancadas de su noche como un bebé de su chupete/ (...) Como él era viejo, eligió a la más mayor/En la boda, las princesas evitaron su mirada y se doblaron como sudaderas desgastadas/Ahora las fugitivas no volverán a correr y sus cabellos/no volverán a enredarse entre diamantes”.

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