Crítica | La tragedia de la liberación

Hitler, Stalin... y Mao

  • La segunda parte de la magna "trilogía del pueblo" de Frank Dikötter documenta la conquista del poder por el Ejército Rojo y la primera época de una Revolución que dejó el país arrasado

Uno de los numerosos carteles propagandísticos de la China revolucionaria de Mao, consagrada a la exaltación del Gran Timonel.

Uno de los numerosos carteles propagandísticos de la China revolucionaria de Mao, consagrada a la exaltación del Gran Timonel.

Con todas sus paradojas e insuficiencias democráticas, el presente de China como gran potencia capitalista de partido único tiende a proyectar una mirada benevolente sobre el pasado inmediato en el que el inmenso país asiático, aún hoy representado por la bandera roja de las cinco estrellas, rivalizó con la URSS como garante de las esencias comunistas. Del mismo modo que otros estados no sometidos a la disciplina soviética, la República Popular gozó de cierta simpatía en el desinformado mundo occidental, que después ha aplaudido con reservas el pragmatismo de las autoridades chinas en su espectacular camino hacia el despotismo de mercado. Rara vez, cuando hablamos de los totalitarismos del siglo XX, se incluye a China junto a Alemania, Italia o Rusia y sus satélites, no porque se dude del carácter dictatorial del régimen comunista, sino porque su acción tiende a ser justificada en razón del atraso secular o bien –todavía hoy, cuando de aquel apenas queda la fachada– de la gigantesca extensión de un país que vale por un continente. Poco a poco, sin embargo, la historiografía contemporánea ha ido mostrando el verdadero trasfondo de una era, la de Mao Zedong, que a la luz de la información conocida tras la apertura de los archivos sólo puede calificarse como desastrosa.

Frank Dikötter (Stein, Limburgo, Países Bajos, 1961) es catedrático de Humanidades en la Universidad de Hong Kong y profesor de Historia Moderna de China en la Universidad de Londres. Frank Dikötter (Stein, Limburgo, Países Bajos, 1961) es catedrático de Humanidades en la Universidad de Hong Kong y profesor de Historia Moderna de China en la Universidad de Londres.

Frank Dikötter (Stein, Limburgo, Países Bajos, 1961) es catedrático de Humanidades en la Universidad de Hong Kong y profesor de Historia Moderna de China en la Universidad de Londres.

A través de las cartas, Dikötter se esfuerza por dar voz y nombre a los hombres y las mujeres corrientes

Debemos a Frank Dikötter, historiador holandés especializado en la China moderna, el análisis concienzudo del periodo desde la cruenta guerra civil hasta la muerte del tirano, tres décadas largas de horrores minuciosamente documentados en su monumental "trilogía del pueblo": La gran hambruna en la China de Mao (1958-1962), La tragedia de la liberación (1945-1957) –ambos publicados por Acantilado– y el aún no traducido La Revolución Cultural (1962-1976), una impugnación total de la amable visión transmitida por la propaganda. El primer volumen, posterior en términos cronológicos, mostraba a las claras que el Gran Salto Adelante, como es fama que llamaron las autoridades al pregonado empeño de la República Popular por superar los estándares de Gran Bretaña, no sólo se tradujo en un completo fracaso, sino que llevó a la muerte a 45 millones de víctimas directas o indirectas de la brutalidad del gobierno. Un infierno o una catástrofe son los términos que empleaba Dikötter para calificar esos años, en los que la "colectivización radical" se llevó a cabo mediante la coacción, el terror y el empleo sistemático de la violencia. Más allá de la hambruna y de las pérdidas humanas, que no sólo obedecieron a la escasez provocada, las consecuencias fueron devastadoras en todos los órdenes. El "estado de sitio permanente" envileció a los súbditos que se vieron obligados –el caos se cebó en los más débiles– a toda suerte de corruptelas para garantizar la supervivencia.

Mao y los suyos llamaron 'liberación' a la victoria, pero lo que de hecho hicieron fue extremar la servidumbre

Echando mano de los valiosos datos que aportan los archivos del Partido, que como en el caso de la URSS han sido reveladores, o los provinciales y municipales donde se han conservado informes secretos, discursos originales no censurados, confesiones de los dirigentes, actas de las reuniones de los responsables gubernativos, estadísticas de las ejecuciones por cuotas, noticias de la resistencia campesina o cartas de hombres y mujeres corrientes, a las que el autor se esfuerza por dar voz y nombre, La tragedia de la liberación se remonta a la guerra de conquista (1945-1949) que llevó a Mao y los suyos al poder –ellos llamaron liberación a su victoria, pero lo que de hecho hicieron fue extremar la servidumbre– desde el que siguieron combatiendo hasta ejercer una dominación omnímoda. La eliminación de los oponentes, la reeducación de los tibios y la imposición de una fe fanática en la infalibilidad del Partido, que al mismo tiempo que hablaba de un Nuevo Pueblo y una Nueva Democracia redujo a los gobernados a la condición de esclavos, creó una especie de realidad virtual, la que se refleja en los discursos oficiales, que no tenía nada que ver con las verdaderas condiciones de un país arrasado, aunque haya sido ingenuamente creída por historiadores poco rigurosos. Frente a ellos Dikötter, punto por punto, ofrece una visión contrastada, demoledora e incontestable.

Que la Revolución, en las palabras de Mao que abrían La gran hambruna, no era un guateque, se vio claro desde el primer momento, pero lo peor estaba por llegar y lo hizo en forma de incontables crímenes contra el pueblo en nombre del pueblo al que los victimarios celebraban con la grandilocuencia característica de la retórica revolucionaria. El propio líder aparece retratado en la documentación manejada por Dikötter de un modo que se aleja de su cuidada imagen pública y lo presenta como a un dirigente ególatra, rencoroso, artero e insensible, digno de figurar en el panteón negro donde se reúnen, como siniestros contraejemplos del buen gobernante, los peores y más despiadados enemigos de la humanidad.

Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir reparten ejemplares del periódico maoísta 'La Cause du Peuple', donde el primero ejerció como director-gerente (París, 1970). Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir reparten ejemplares del periódico maoísta 'La Cause du Peuple', donde el primero ejerció como director-gerente (París, 1970).

Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir reparten ejemplares del periódico maoísta 'La Cause du Peuple', donde el primero ejerció como director-gerente (París, 1970).

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