Tres anillos | Crítica

Libros y espejos comparados

  • Tras 'Una odisea', Daniel Mendelshon sigue entrecruzando la literatura y la vida en 'Tres anillos'

El escritor neoyorquino Daniel Mendelsohn.

El escritor neoyorquino Daniel Mendelsohn.

Filólogo de Clásicas, autor de la epopeya familiar Los hundidos y de la muy celebrada Una odisea, Daniel Mendelsohn (Nueva York, 1960) ofrece ahora, en Tres anillos, una suerte de línea continua sobre cómo los estudios literarios, a partir de los referentes clásicos griegos en la literatura occidental, marcaron la vida de quienes se dedicaron a ellos con sacrificado denuedo, sufriendo, en ocasiones, el compás del exilio y el destierro (la cuestión judía es una recurrencia en la obra del autor).

Desafiando géneros y categorías (memorias, biografía, literatura de viajes, ensayo, literatura comparada), Mendelsohn indaga intelectual y detectivescamente en la técnica anular que en sus obras emplearon, aunque tal vez sin pretenderlo, el filólogo romanista y crítico judeoalemán Erich Auerbach (autor de la imponente Mímesis, escrita en su exilio en el Estambul secular de la Segunda Guerra Mundial), el clérigo y erudito en la corte del Rey Sol de Francia, François Fénelon (autor de Las aventuras de Telémaco), y, finalmente, el escritor alemán W. G. Sebald, desterrado por voluntad en la Universidad de Norwich de Inglaterra (fue profesor de la Escuela de Literatura Europea) y creador, sobre todo, de un peculiar universo literario, donde la técnica anular halló su propia forma, a modo de crisálida, que es lo que tanto seduce a Mendelsohn (de hecho Los anillos de Saturno es uno de los títulos clave en la obra de Sebald).

Hablábamos, pues, de línea continua en Mendelsohn. Lo decimos por cuanto el autor vuelve a reparar, entre otras cuitas, en el miedo del escritor al parón creativo (aporía, en griego). Este parón influirá y ahormará de hecho la escritura en el tiempo de Los hundidos y de Una odisea, lo que condujo al autor, sobre todo en el caso del primer libro, a una especie de vagabundeo viajero como fuente de inspiración y como aceptación, al cabo, de un destino.

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