De libros

El último de los grandes humanistas

  • La Universidad de Sevilla invistió en 2010 a Umberto Eco como Doctor Honoris Causa en Comunicación.

HA muerto Umberto Eco. Más allá del dolor que la noticia nos causa a todos los que hemos disfrutado el regalo de su inconmensurable obra creativa e intelectual e, incluso, en mi caso, la fortuna de haberlo conocido, hemos de proclamar hoy, machadianamente, que "lleva quien deja y vive el que ha vivido, / ¡yunques sonad, enmudeced, campanas!". Umberto Eco seguirá vivo en su obra a lo largo de los siglos, y se confirmará como el más grande de los humanistas del siglo XX y del comienzo del siglo XXI. Eco fue un hombre que puso no solo su inteligencia, sino su pasión en todo lo que hizo, como tuve ocasión de recordar en el Paraninfo de la Universidad de Sevilla, con ocasión de su investidura como Doctor Honoris Causa en Comunicación, el 17 de febrero de 2010.

En primer lugar, su pasión por la semiótica entendida como indagación por el significado y el sentido, como teoría crítica de la cultura, como instrumento para conocer mejor nuestra realidad personal y colectiva, como saber para la vida que contempla las grandes creaciones de la alta cultura, pero también las no menos interesantes de la cultura popular y de masas. El pasado año celebramos el 50 aniversario de su conocido libro Apocalípticos e integrados en la cultura de masas que sigue conservando su vigencia medio siglo después, y obras como La estructura ausente, Lector in fabula o Los límites de la interpretación han guiado los debates fundamentales en humanidades.

En segundo lugar, su pasión por la literatura, por la creación verbal estética, sin límites ni fronteras, por la alta y la baja literatura, y con ella, de los demás códigos y sistemas de expresión artística: la música y la danza, la pintura y la escultura, la arquitectura… y también el cine o el cómic. En este ámbito le debemos no solo algunos de los más lúcidos análisis realizados sobre grandes obras artísticas y literarias, sino -como es bien sabido- una creación narrativa del más alto nivel, que nos lleva desde El nombre de la rosa hasta Número cero, pasando por otros títulos igualmente memorables como El péndulo de Foucault, La isla del día de antes, Baudolino, La misteriosa llama de la reina Loana y El cementerio de Praga.

Umberto Eco se apasionó además por la comunicación, por las interacciones comunicativas a través de la prensa, la radio, la televisión, y ahora Internet, los videojuegos y otras expresiones emergentes… Eco se mantuvo presente en los medios de comunicación de Italia y de todo el mundo, gracias a su palabra insobornable, que en algunos momentos le llevó a valientes denuncias y enfrentamientos con las más altas instancias políticas. Recopilaciones de conferencias y artículos como Cinco escritos morales, en los que nos alerta del peligro del fascismo intemporal, o A paso de cangrejo, donde adelanta proféticamente los procesos de involución en que estamos insertos son apenas dos ejemplos de su compromiso cívico a través de la prensa. La pasión por la literatura y la comunicación convergen en su última obra publicada, Numero cero, denuncia a la vez de la corrupción política y de la corrupción mediática.

La Universidad fue otra de sus pasiones, como ámbito de origen y destino para él de todas las restantes actividades, en la abierta relación entre la Universidad y la sociedad a la que debe servir.

Resulta difícil entender cómo una sola persona ha podido dar cumplimiento, con tanta coherencia, rigor y riqueza, a vocaciones complementarias que trazan tantas vidas paralelas, tantas vidas sucesivas, en el sentido de Unamuno. Por cada uno de estos grandes ámbitos de su existencia y de su trabajo hubiera merecido Umberto Eco el reconocimiento que en el año 2010 le tributó la Universidad de Sevilla. Es muy posible que, cuando pasadas unas décadas, otros ojos humanos miren hacia atrás y contemplen nuestro tiempo, no puedan encontrar muchos escritores e intelectuales de su talla y alcance. Porque, a pesar del tópico y sus varias aplicaciones desde Goethe hasta nuestros días, tal vez Umberto Eco sea -en una cierta tradición histórica que ya comienza a morir- el último de los grandes humanistas.

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