Una dacha en el Golfo | Crítica

Una isla sin escapatoria

  • El periodista y editor Emilio Sánchez Mediavilla reportajea los dos años que vivió en Bahréin en un libro con el que obtuvo el premio Anagrama de Crónica

Manifestantes huyen en Bahréin tras una carga policial, en el año 2011.

Manifestantes huyen en Bahréin tras una carga policial, en el año 2011. / EFE

En un tuit reciente, Emilio Sánchez Mediavilla (Santander, 1979) pedía que el rey emérito se instalara en Bahréin, pues así él podría "ponerse las botas" hablando de su libro. Comoquiera que aún no se ha resuelto el misterio de dónde está Juan Carlos I, imaginemos que efectivamente se encuentra en este pequeño país del Golfo Pérsico, del que antes de leer este libro de sugerente título (Una dacha en el Golfo) sabíamos poco más que allí se celebra un Gran Premio de Fórmula 1 y que patrocina un equipo ciclista en el que, hasta el año pasado, corrió Vincenzo Nibali.

Más o menos es lo que sabía el autor de esta excelente crónica de dos años en el país, al que se marchó para acompañar a su pareja, destinada allí por trabajo. Sánchez Mediavilla llega a Bahréin más perdido que un pulpo en un garaje, en un principio apenas se relaciona con la población local y sólo se reúne con otros extranjeros en bares en los que ponen partidos de la Premier League. Pero pronto irá al parque a hacer ejercicios con jóvenes autóctonos, intentará mezclarse hasta donde puede con la población bahreiní y aquella experiencia le servirá para retratar un país peculiar, que vende una falsa apertura al mundo y en el que las libertades son de cachondeo.

La vida en Bahréin está marcada por la cercanía de la todopoderosa Arabia Saudí, a la que se puede llegar a través de un puente de 25 kilómetros (sí, como de Sevilla a Los Palacios). Eso ha hecho que el Gobierno bahreiní recurra al ejército saudí cada vez que le venga en gana para aplacar alguna revuelta, y de paso castigar a la despreciada población chií. La división entre chiíes y suníes está muy marcada en esta isla, como en el resto del mundo árabe. Aunque aquí, siempre que un chíi no se meta en política, no va a tener demasiados problemas. Peor es la división entre ricos y pobres, que no sólo está en todo el mundo árabe, claro.

Lo que ocurre es que aquí la clase obrera está compuesta por trabajadores esclavos, la mayoría de ellos asiáticos (de India, Pakistán, Sri Lanka), que no conocen leyes laborales con un mínimo sentido de la dignidad. El trabajador es propiedad de su empleador, y da igual que éste le pague o no. Eso sí, hace unos años se vendió una reforma laboral que poco cambió en la práctica.

Sanchez Mediavilla dedica varios capítulos al lío político. Describe una serie de revueltas que se produjeron antes de su llegada en una plaza que ya no existe, y en la que había una escultura conocida como la Perla, que es lo único que a algún español que vea con frecuencia el telediario puede sonarle de Bahréin más allá de la Fórmula 1 y del ciclismo. El autor habla con gente que estuvo en la plaza, con otros que no estuvieron pero que saben explicar bien por qué apoyaban las manifestaciones y explica bastante bien el meollo de la cuestión.

También se reunió después con algunos opositores fuera del país y ofrece sus puntos de vista. En 2017, por ejemplo, la Policía mató a varios manifestantes que se congregaban en la puerta de la casa de un líder opositor para intentar evitar su detención. Fue en el pueblo en el que vivió el autor del libro, Duraz. "El día del asalto a Duraz, Bahréin apareció en todas las noticias del mundo: Nibali había ganado la etapa reina del Giro vistiendo el maillot del equipo Bahrain Merida", cuenta, con cierta desolación, Sánchez Mediavilla.

Más allá de su análisis político, el libro destaca en su faceta de crónica periodística

Pero en lo que más destaca el libro es en su faceta de crónica periodística, más allá del análisis político. La brillantez de la escritura de Sánchez Mediavilla está en los detalles, en la forma de hablar de los locales, en las fiestas de los expatriados, en el racismo implícito de la población local hacia sus trabajadores esclavos ("Es el Ku Klux Klan yendo a linchar un poblado de negros"), en los muros con los graffiti de protesta borrados por una patrulla de limpieza ("Podías conducir kilómetros de fachadas unidas por un mismo brochazo negro, algo torcido, y el efecto era un poco cómico, como de un profesor gigante pasando la tiza por la pizarra"), en la cárcel que la isla supone para los jóvenes... "Es como vivir en la casa de las vírgenes suicidas, usted no sabe lo que es ser veinteañero en una isla del Golfo", llega a decir una de las personas que aparecen en el libro, en una genial referencia a la fantástica novela de Jeffrey Eugenides.

Y, por si Juan Carlos I se decide finalmente por Bahréin, hay también un capítulo dedicado a la familia real y a algunos de sus peculiares miembros. Como el príncipe Nasser, "la versión deportista y vigoréxica del playboy, más interesado en batir récords que en esnifar coca en los pezones de una prostituta". A él se debe la frase en la que está basada el título de esta reseña: "Que un muro caiga sobre aquellos que pidieron la caída del régimen. Ya sea un atleta, un activista o un político. Bahréin es una isla y no tenéis escapatoria".

Dejemos de destripar el libro. Hablemos un poco del autor. Emilio Sánchez Mediavilla es periodista y uno de los editores que fundó esa maravillosa editorial llamada Libros del K. O., que publica en exclusiva libros de no ficción. Algo por lo que hace unos años le hubieran tomado por loco, a él y a sus compañeros, pero que ahí están, ahí siguen, sacando año tras año librazos. Se les conoce mucho por Fariña, por la serie de televisión y por el secuestro judicial del libro, que estuvo a punto de mandarles al otro barrio, pero tienen un catálogo la mar de interesante.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro.

Este año, por ejemplo, acaban de editar un reportaje sobre los asesinatos de niños negros en Norteamérica titulado Un día en la muerte de EEUU. Hace algunos publicaron las memorias de Katherine Graham, la dama del Washington Post, que se titulan Una historia personal. Y en el terreno patrio destacan los libros de Íñigo Domínguez, con las dos Crónicas de la Mafia como punta de lanza; las crónicas de sucesos de un periodista español, Alberto Arce, en Honduras; y la reedición de una de las mejores biografías de Camarón de la Isla, escrita por Francisco Perejil y titulada El dolor de un príncipe. Por si fuera poco, tienen una deliciosa de colección de textos deportivos llamada Hooligans ilustrados.

Sin embargo, con Una dacha en el Golfo, Emilio Sánchez Mediavilla ha puntuado fuera de casa. Su libro no lo edita su editorial sino Anagrama, un sello que es garantía de calidad. Lo hace en su colección Crónicas, la misma en la que han firmado gigantes del periodismo como Ryzsard Kapuscinski, Jon Lee Anderson, Norman Mailer, Michael Herr o Gunter Wallraff. El libro sobre Bahréin obtuvo el primer premio Anagrama de Crónica Sergio González Rodríguez, en homenaje al periodista mexicano que quizás más investigó los crímenes en su país, y que murió de un infarto cerebral en 2017. Contar con sencillez la vida cotidiana en un lugar tan extraño para un occidental como Bahréin es una buena forma de honrarle.

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