Cultura

El virus gálico

  • 'CONTRA LOS FRANCESES'. Manuel Arroyo-Stephens. Elba. Barcelona, 2016. 120 páginas. 18 euros.

Publicado anónimamente en 1980, Contra los franceses reaparece un año después de que su autor diera a conocer unas hermosas memorias -Pisando cenizas- donde dejaba constancia de su estrecha relación con Bergamín, a quien acompañó de cerca en el último tramo de su itinerario. Ha dicho Azúa que todos sabían que el opúsculo era obra de Arroyo, pero por si había dudas este ha decidido firmar la nueva edición de unas páginas de mordacidad infrecuente, ciertamente arbitrarias pero no en absoluto desinformadas y sin duda estimulantes. Claro desde su título, el libro se define "humilde y afrancesadamente" como libelo y también el largo subtítulo -Sobre la nefasta influencia que la cultura francesa ha ejercido en los países que le son vecinos, y especialmente en España- abunda en una extrema y corrosiva animosidad que se despliega sin paliativos desde la primera a la última página.

Los franceses, dice Arroyo, no han hecho otra cosa en la historia que apoderarse de lo ajeno y hacerlo pasar como propio, permitiéndose impartir lecciones a quienes han saqueado previamente. Especialistas en el "comercio de las ideas y las modas", pero incapaces de alumbrar creaciones verdaderamente originales, han ejercido como árbitros de la elegancia para encubrir un arte, una literatura, un pensamiento y hasta un modelo educativo -el de los "siniestros" liceos- invariablemente mediocres, obsesionados con el formalismo y la dictadura del buen gusto. El gran siècle es definido como "el más pobre de la cultura europea", los ilustrados -empezando por el "pintoresco" Voltaire, un vulgar negociante- fueron una pandilla de embaucadores y la sacrosanta Revolución, una orgía que propició la llegada del bandido Bonaparte, "esa vedette sangrienta". Muchos de los venerados clásicos de la tradición francesa -o de los contemporáneos: Sartre y sus acólitos ofrecerían otra muestra, especialmente grave, del "virus gálico"- son autores amanerados, desprovistos de genuino talento, lastrados por el "ruin y chato espíritu académico". Excesivo e incorrecto, el panfleto de Arroyo exige complicidad a cambio de emociones fuertes.

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