Fórmula 1 | Gran Premio de Japón

Perfil | 'Mad Max', segunda parte

'Mad Max' Verstappen festeja su segundo título mundial.

'Mad Max' Verstappen festeja su segundo título mundial. / Franck Robichon | Efe

Si el año pasado, cuando destronó al séptuple campeón del mundo inglés Lewis Hamilton (Mercedes) no lo consiguió hasta la última vuelta de la última carrera, este curso lo hizo con la mayor celeridad posible. Tan sólo nueve días después de cumplir los 25 años, el neerlandés Max Verstappen (Red Bull) se ha proclamado, al ganar el lluvioso y alocado Gran Premio de Japón, en doble campeón del mundo de Fórmula Uno.

Mad Max logró este domingo en la recortada carrera de Suzuka -interrumpida durante mas de dos horas- su duodécima victoria de la temporada, igualando los 32 triunfos del español Fernando Alonso -que a principios de siglo compitió contra su padre, Jos Verstappen- y convirtiéndose, al igual que el asturiano, en doble campeón mundial.

En un final que, no obstante, fue alocado: inicialmente le anunciaron que era campeón, luego le dijeron que no -debido a una interpretación del reglamento que indicaba que no se otorgarían todos los puntos- y finalmente le festejaron como campeón, tras exhibirse en las pocas vueltas que se dieron cuando se relanzó la carrera.

En cualquier caso, era una cuestión de tiempo que la joven estrella neerlandesa revalidase un título que, tras esos momentos de confusión generalizada, pudo festejar en Japón, que este domingo decidió por duodécima vez un Mundial de Fórmula Uno.

Cuando Red Bull anunció, a principios de año, la renovación del nuevo ídolo deportivo de los Países Bajos hasta 2028 estaba claro que tenía un plan: repetir, o incluso mejorar, el periplo glorioso, entre 2010 y 2013, en el que el alemán Sebastian Vettel -ahora en Aston Martin- lideró la consecución de cuatro 'dobletes' seguidos, encadenando Mundiales de pilotos y constructores, para la escudería austriaca.

Este domingo certificó en Suzuka, el circuito propiedad de Honda -el motorista de la escudería austriaca-, el segundo título seguido del precoz astro neerlandés; y sólo una auténtica hecatombe evitará que Mad Max y el mexicano Sergio Pérez -triunfal este año en Mónaco y en Singapur- ganen de nuevo, nueve años después, el Mundial de constructores para el equipo que convirtió en un gigante -dentro de otra gigantesca estructura deportiva- el magnate austriaco Dietrich Mateschitz.

Y si la pasada temporada el Mundial no se resolvió hasta el último giro de la última prueba, en el Gran Premio de Abu Dabi -no exento de una enorme polémica, derivada de la entrada en pista de un coche de seguridad que precipitó que la balanza se inclinara hacia lado neerlandés-, este certamen, virtualmente resuelto antes de vacaciones, quedó finiquitado a falta de cuatro carreras. De forma incontestable. Y sin ningún margen de dudas.

Verstappen sumó este domingo en la muy loca prueba japonesa su duodécima victoria en las 18 carreras disputadas, después de firmar el sábado su quinta 'pole' de un año en el que Ferrari prometía bastante más de lo que está demostrando. Y que se anotó de forma merecida el súper-depredador neerlandés.

Ferrari arrancó bien y en las tres primeras carreras del año, Max -nacido en la localidad belga de Hasselt el 30 de septiembre de 1997- abandonó en dos y ganó una, la de Arabia. A partir de ahí, la joven estrella neerlandesa enchufó la directa y la Scuderia -que apenas cuenta las tres victorias del monegasco Charles Leclerc y otra del español Carlos Sainz- empezó a evidenciar puntos débiles, de fiabilidad y de estrategia.

Aprovechando la rotura de motor de Leclerc en el Gran Premio de España, Verstappen ganó en Montmeló (Barcelona) y tomó el liderato tras la sexta carrera del año. A partir de ahí, sólo fue engrosando su liderato y desde la cuarta carrera de la temporada, en Imola (Italia), Mad Max ganó diez de las siguientes 14. Sólo dejó de subir al podio en dos de ellas, repitiendo séptimo puesto en Silverstone (Inglaterra), donde Sainz logró su primer triunfo en la F1, y en Singapur, donde se le escapó su primera 'Bola de Mundial' y Red Bull acabó festejando la victoria de Checo.

Al capturar la corona el año pasado, Mad Max no logró convertirse en el campeón mundial más jóven de la historia -honor que sigue detentando Vettel-; pero a fecha de hoy sigue siendo el ganador de menor edad de todos los tiempos.

Ese récord lo estableció al anotarse, con 18 años, el Gran Premio de España de 2016. El primero que disputó a bordo de un Red Bull, la escudería que dirige el inglés Christian Horner y para la que aporta toda su máxima sabiduría y exigencia ilimitada el austriaco Helmut Marko. De la que fue ascendido -intercambiando volantes con el ruso Daniil Kvyat, que efectuó el camino inverso- desde Toro Rosso (actual Alpha Tauri), equipo en el que debutó en la categoría reina un año antes, haciendo pareja con el también novato Sainz, ahora en Ferrari.

Max Emilian lleva al automovilismo en los genes, ya que su madre, Sophie Kumpen -que pone velas cada día que corre su hijo-, compitió con cierto éxito en karts; y su padre, Jos Verstappen, también fue piloto de Fórmula Uno. Jos pilotó durante ocho temporadas en la categoría reina, entre 1994 y 2003, siendo la más fructífera de ellas la primera, en Benetton Ford: escudería en la que fue compañero del otro séptuple campeón mundial, el alemán Michael Schumacher, que ese año capturó el primero de sus títulos; coincidiendo con la campaña en la que el neerlandés sumó sus dos podios en F1, al acabar tercero en Hungría y en Bélgica.

Desde que debutara en la F1 no hizo más que crecer y crecer. Y su apodo, Mad Max, hace referencia al genio loco, pero muy cuerdo, que siempre sale ganar. Sin echar cuentas. En la última carrera antes de las vacaciones, en Hungría, arriesgó a tope en una pista en la que es casi imposible adelantar y ganó -con trompo incluido- desde la décima plaza. Asestando un gigantesco golpe psicológico al campeonato.

A la vuelta, tampoco calculó en exceso. Ganó la primera carrera tras el parón, en Bélgica, arrancando decimocuarto. Y añadió la guinda al pastel al anotarse las dos siguientes: antes su apasionada afición, en Zandvoort; y ante la más apasionada aún afición italiana, en Monza.

La suerte estaba echada y sólo era una cuestión de tiempo para que el capitán de Red Bull revalidase título. La primera oportunidad llegó hace una semana, en Marina Bay. Pero esa fiesta fue para Checo, brillante en la noche singapurense. Este domingo, a pesar de la confusión final, Mad Max completó la segunda parte de su gran obra. Que apunta, si nada raro sucede, a unos cuántos capítulos más.

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