Decía Kanouté que cada vez que hay una crisis el foco se pone en los futbolistas como si fueran los responsables o los salvadores. Hoy día los primeros salvadores, los héroes, son los sanitarios, pero simbólicamente los futbolistas también lo son: la élite de mejor soldada, en la cumbre de la economía. Y salvar a la polis era misión de los héroes. El epitafio de Esquilo no recogió su obra como dramaturgo, sino su heroísmo en Maratón ante el empuje de los persas.

Nuestra civilización quizá no esté tan en peligro como la de los griegos ante el avance de Darío y sus inmortales, que no eran tales, pues sucumbieron y se dieron la vuelta ante las tres claves de la victoria griega en las Guerras Médicas: superioridad tecnológica, disciplina y motivación. Sin éstas, quizá no se hubieran cimentado los pilares de nuestra civilización, tan declinante, ni la democracia, ni el atletismo... ni el fútbol.

Los futbolistas están pidiendo con instinto de superviviencia seguridad para volver a los campos de césped. Y no quieren ni oír hablar de concentraciones, tras tanto tiempo encerrados. Pero habrá que recordarles que si están tan rodeados de parabienes es porque son considerados héroes de nuestro tiempo, y gozan como tales de privilegios como casas ajardinadas con piscina, con todos los mimos físicos, nutricionales y psicológicos a su alcance para que el confinamiento no los convierta en mullidos curritos de sofá y mando a distancia. Y que no olviden que el dineral que ganan debe representar un valor detrás: no es lo que generan, es lo que significan.

En el debate sobre el uso de test para los futbolistas no debe olvidarse que la economía, base para la salud, también está en juego. Pongan la tecnología al alcance de los héroes de hoy, que los análisis médicos sean su hoplón y sus grebas. Y que la locomotora del fútbol arranque para que el virus no derive en hambruna, que suele asomar tras guerras y epidemias. Su reputación de héroes está en juego.