Juan Antonio Solís

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La mejor obra maestra de Lionel Messi

El fútbol jamás le debe nada a nadie, pero el 10 de Argentina sabía que era ahora o nunca y su genio venció

Messi besa la Copa del Mundo.

Messi besa la Copa del Mundo. / EFE

MIENTRAS escribo este artículo, con toda Argentina cantando con la mano floja y su selección presta a recibir el trofeo de oro, el señor al que sus hijos no dejaban volver a casa a ver al equipo albiceleste por la suerte que provocaba su ausencia, o la mala que despertaba que lo siguiera por la tele, ya habrá regresado a su hogar con su perro tras ser el único en sentir en la calle el movimiento sísmico que desató el penalti de Montiel. El can se ha librado del mayúsculo susto en casa y el buen hombre se puede sentir tan artífice de la tercera estrella como el lateral sevillista, el Dibu, Di María. O por supuesto, Lionel Messi.

El fútbol nunca le debe nada a nadie. Lo que sucede, sucede y punto. Y lo que no ganas, no lo ganas porque entre otras cosas, se trata de un juego, con su carga azarosa y caprichosa. Con su natulareza maliciosa. Messi es el primero que lo sabe. Y ha sabido concentrar todas las reservas de su fuerza para dar lo mejor de sí en un mes. Era ahora o nunca. Y los grandes, grandes, grandes de verdad, son mejores aún en los estratos más altos. Donde la presión les puede a casi todos. Leo, ahí, ha sido lo más parecido a un dios y por eso ha decidido en esta Copa del Mundo como tantas veces lo ha hecho en sus clubes, sobre todo de azulgrana.

El hambre de Leo –la de los argentinos mucho mayor que la de los franceses–, sus carreras durante la prórroga arriba y abajo, regateando al desmayo, encontraron su premio en ese balón que dejó a su suerte Lloris. Ahí, en ese instante, se concentró toda la carrera incomparable de este futbolista. Parecía increíble que todos sus tantos, pases de gol, regates y fogonazos geniales pudieran encapsularse en un solo golpeo. Pero así fue.

Messi tenía reservada su última obra maestra en el momento más noble. El fútbol no le debía nada, pero él ya se ha encargado de cobrárselo. Sólo él sabe cómo se ve el mundo desde tan arriba.

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