Deportes

Adiós Copa, hola futuro (0-3)

  • Un inesperado gol de Romaric a los 51 minutos frustra al Málaga, que hasta el momento estaba metiendo miedo al Sevilla pero sin tino. Demichelis gustó, a Asenjo le tocó vivir una mala noche

Las bodas de oro en la Copa del Rey traían un partido marcado por la psicología. Un gol del Málaga metería el miedo en el cuerpo del Sevilla, y luego a saber qué ocurriría; un tanto visitante derrumbaría los castillos de esperanza blanquiazules. Pasó esto último merced a un misil de Romaric a la escuadra apenas iniciado el segundo tiempo. Durante los 40 metros que recorrió, su sorprendente falta se llevó por delante las ganas expuestas hasta entonces, la eliminatoria y quién sabe si la confianza de Asenjo, despistado y lento en el tanto que lo cambió todo. 

El final, ese 0-3, no refleja el miedo que sufrió el Sevilla en la primera mitad, en la que, a falta de huecos por abajo, el Málaga hizo sudar a Palop vía aérea. Con más corazón que cabeza, el equipo blanquiazul empujó al Sevilla hacia su área; con más cabeza que pies, buscó el principio de la remontada. Camacho, Demichelis y, sobre todo, Eliseu, en un plástico remate al que la buena mano de Palop puso la guinda para una fotografía preciosa, rozaron el tanto que hubiera cambiado el curso de las aguas. Los de Manzano se marcharon entre suspiros a la ducha. 

El montante global, 8-3, lleva ineludiblemente a pensar que la hemorragia del Pizjuán era muy difícil de salvar en La Rosaleda. Aun así, las intenciones redentoras fueron máximas hasta el tanto de Romaric. Los tres goles del costamarfileño rompieron la eliminatoria. Si ayer petrificó al Málaga, en Sevilla marcó el tercero y el cuarto, los que volteaban la suerte de su equipo. Recuerda a aquella eliminatoria de 2004, ante el Celta. Vagner, el intermitente aspirante a Mazinho y que nunca terminó de cuajar, pareció sentenciar en la ida en Málaga y resolvió con dos goles en Balaídos las dos veces que los blanquiazules voltearon la eliminatoria. También por entonces el Málaga se quedó a las puertas de los cuartos de final, una frontera que nunca ha cruzado en la época actual. 

Tras el 0-1 quedó un partido virtual (además, con un Málaga en inferioridad por la expulsión de Weligton). Sólo merece la pena destacar el tanto de Luis Fabiano. Si difícil era para Romaric sorprender con una falta tan lejana, estando tan cerca no fue menos complicado el tiro por el exterior de la barrera del brasileño, pura genialidad. 

Enterrada por enésima vez la Copa, queda soñar con un futuro ilusionante. Demichelis sembró unos cuantos granos. Desde el principio quiso erigirse en un mariscal. Mostró seguridad aérea en defensa y mucho peligro en sus apariciones ofensivas (a cuestas lleva muchos goles in extremis con el Bayern Múnich). Le faltan más bombonas de oxígeno en la reserva, algo que sólo le niega el tiempo. Tiene y quiso galones. 

Más discreto fue el papel de Camacho, aunque aportó consistencia en la medular. Mejor con Apoño, con quien se complementó bien, yo destruyo, tú sacas el balón. No hizo mejores migas con Maresca. El italiano, invisible, fue quien mostró peor tono físico de los debutantes. Entró con el partido desmoronado, todo hay que decirlo, y en una posición retrasada, inhibiendo sus llegadas desde atrás buscando el disparo.

Capítulo aparte merece Asenjo, que realizó su primera parada en el partido cuando ya llevaba un gol en su contra (ello refleja lo bien anulado que estuvo el Sevilla en la primera mitad). Se esperó un centro, seguramente como la mayoría, en el disparo de Romaric, aunque desde fuera pareció que le daba tiempo a llegar a la bola. Desde que se marchó Contreras, nunca fue fácil ser portero del Málaga. Él ha sufrido los rigores de la portería en un mal fario continuado en el Manzanares. Ahora queda ver en la Liga su capacidad de reacción.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios