Deportes

Contador está dispuesto a morir matando

  • El madrileño no cesa en su deseo de animar la carrera y por primera vez pone al líder en serios aprietos

Ni un segundo de respiro ni un segundo de calma. Es la máxima que parece dispuesto a aplicar Alberto Contador (Trek Segafredo) a sus rivales y para ello se aplica al límite de sus fuerzas en cualquier mínimo resquicio que se le presenta para morir matando.

Los dólmenes de Menga, Viera y El Romeral, máximos exponentes del megalítico en Europa, contemplaron ayer a unos ciclistas que quieren permanecer a lo largo de los años en la historia como lo han hecho estos monumentos rocosos, aunque ayer casi se tambalearon por el terremoto provocado por el irreductible Alberto Contador.

Para el líder, Chris Froome (Sky), y su reto de conseguir imponerse en la Vuelta a España 2017, el madrileño se está convirtiendo en una piedra, aunque no del tamaño de un dolmen, en el zapato de la que no consigue deshacerse y que está empezando a ser un verdadero quebradero de cabeza.

En 2016, el colombiano Nairo Quintana (Movistar) se deshizo del británico con la colaboración de Contador camino de la estación invernal de Formigal y en esta edición, aunque en ningún momento lo ha dado por descartado, podía haber llegado a pensar que la crisis de la tercera etapa en Andorra la Vella lo dejaba descartado, pero se está encontrando justo lo contrario. El objetivo de Contador era romper el orden establecido y hacer que el desarrollo de la etapa fuera por diferentes derroteros a los esperables.

Así su ataque, en principio perfectamente controlado por los hombres del líder, provocó la salida del guión del propio Froome con una doble caída en poco menos de 200 metros en un descenso aparentemente fácil, que volteó cualquier juicio de valor previo.

En una jornada aparentemente sencilla, Contador siguió amortizando con sus competidores los 150 segundos que se dejó en el principado andorrano, mientras que Froome, que desde aquella misma jornada cada día que pasaba veía un poco más lejos a sus rivales, ha visto cómo por primera vez le recortaban.

Ahora está por ver hacia dónde conduce al británico este punto de inflexión en una renta que hasta ahora sólo crecía. "Por suerte, estoy bien. Nunca es bueno caerse, pero no ha sido nada serio. Tenía a dos compañeros conmigo, Mikel Nieve y Wout Poels, que han estado fantásticos, y he podido limitar las pérdidas con el grupo de Nibali", explicó tratando de tranquilizarse.

En esta ocasión, el madrileño aprovechó la ascensión a un puerto calificado de segunda categoría en el libro de ruta, el Torcal, pero que por varias de sus rampas bien hubiese merecido una catalogación bastante más generosa. Varias zonas con porcentajes por encima del 11 por ciento fueron el lugar elegido para lanzar el ataque que pilló por sorpresa a casi todos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios