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Con Darío se enmendó

MUCHO le costó al Málaga traerse la victoria en sus visitas al Espanyol. Recuerdo resultados escandalosos, como el 4-2 de nuestra segunda visita o el 5-1 de la campaña 76/77. Y muchas derrotas. Nuestra primera victoria no vino hasta el 1-2 de la temporada 74/75. Castronovo, un argentino que como futbolista era regular, marcó el primero de penalti. A Vilanova, autor del gol de la victoria, lo trajo Sebastián Humberto Viberti.

Aunque la primera piedra la puso el último encuentro del extinto Club Deportivo, de la mano de Antonio Benítez, quien suplió esa campaña a un Luis Costa que defraudó, sin embargo, todo pareció cambiar con el cambio de denominación del Málaga a Club de Fútbol. Allí se instauró un hábito por ganar. Con Darío Silva, autor de dos goles en tres partidos, igual que Rufete, como estilete. Menuda delantera formaba el uruguayo con Dely Valdés. Ese equipo estaría tranquilamente en la zona media de la clasificación.

Pero todo empezó con un empate a dos. Recuerdo que los goleadores fueron Chao, un extremo izquierda que vino del Coruña, y Bazán, mi ojito derecho. No he visto un tío que chute mejor. Se podría poner hoy con Ronaldo a chutar. Bajo los palos estaba López, el primer guardameta en España que empezó a salir de su portería hasta el borde del área. Un innovador Innovador.

De todas maneras, para mí hablar del Espanyol y del Málaga es recordar a Pedro Cabral, que se fue al equipo catalán en la 71/72. Estaba en los últimos momentos de su historia deportiva. Después regresó a Málaga. Él únicamente bebía agua y leche, pero puso un bar de copas frente al hotel Miramar. Era muy bonito. Se llamaba el Itauguá, como la población donde nació en Paraguay.

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