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Épica resistencia

  • Vivos El Unicaja fuerza el tercer partido en un duelo de máxima exigencia en el que se rehizo después de perder una ventaja de 18 puntos Clave Sin Haislip y Berni, paso adelante del colectivo malagueño

Pudo ser una derrota muy cruel. El Unicaja desperdició una ventaja de 18 puntos mediado el tercer cuarto (65-47) tras crear un vendaval de juego que sacó de la pista al Barcelona, apenas asido a la genialidad de Juan Carlos Navarro y las pinceladas de David Andersen. Llegó el clásico agujero negro ante rivales del máximo nivel. La derrota se palpaba tras ver volar una renta espléndidamente construída. Pero hastiado de ver cómo se escapaban finales apurados, cómo buenos trabajos se iban al traste en minutos de locura mal entendida, el Unicaja negó taxativamente la derrota. Se vio abajo en el marcador (73-75) a falta de tres minutos, puntilla habitual y lógica tras padecer una remontada.

Pero no, el Unicaja resistió de manera épica con una victoria cargada de simbolismo. Despojado de su mejor jugador en estado puro, Marcus Haislip, y de su capitán, Berni Rodríguez, desde el primer minuto rebuscó entre las escasas fuerzas disponibles y encontró las necesarias para abatir a un Barcelona que no se encuentra cómodo ante las camisetas verdes del Unicaja. Los de Aíto endosaron un matador parcial de 9-0. Triple de Jiménez, monumental partido el suyo; dos tiros libres de Welsch; un tremendo tapón de Ndong a Ilyasova; bandeja de Cabezas con la izquierda tras desbordar a Lakovic y dos tiros libres del base malagueño. En momentos donde suele mandar la calidad, esta vez el corazón y el temple fue malagueño. Hay partido, hay eliminatoria. La final se decidirá en 40 minutos mañana en el Palau.

Probablemente llegará justo de energía el Unicaja a la cita final, pero antes se puede paladear una victoria ante el equipo, libra por libra, más talentoso de España. El encuentro dejó imágenes entrañables, como la titánica pelea de Boni Ndong bajo los aros, el rey de los tableros. Por encima de la más poderosa batería de pívots del continente estaban los oscuros brazos del pívot senegalés, relucientes y triunfantes.

Ndong puso las bases de la victoria, como en Las Palmas hace unos días. Y, como allí, los puntos para rematar fueron firmados por Carlos Cabezas, que comenzó su trabajo en el primer cuarto intimidando a Jaka Lakovic. Se encaró con él, frente con frente, y propició una técnica compartida. Pero lo más importante es que el esloveno no estuvo en el partido más. Jugó sólo nueve minutos y no anotó ningún punto. Quizá Cabezas sacrificó brillo personal, porque le tocó lidiar desde entonces con Víctor Sada, defensor superlativo que le ocasionó numerosos problemas. Pero desactivó una de las armas ofensivas azulgranas de más poder. Y más tarde cerraría el partido con cuatro puntos determinantes, en su territorio preferido, los últimos minutos. Pese a que su partido no había sido descollante ofensivamente, Aíto le devolvió a la pista a falta de cinco minutos. Y ahí anotó seis de sus ocho puntos.

Mandaba el Unicaja desde el principio (24-18 en el primer cuarto) pese a las negativas de Navarro (16 puntos al descanso con tres canastas inverosímiles, lanzando desequilibrado). El ritmo era el del Unicaja, con Kelati enchufado (acabaría con cuatro triples), pero las embestidas azulgrana, con Fran de subalterno de Navarro, equilibraban las fuerzas (43-43 al descanso).

El Unicaja desató la tormenta en un tercer cuarto fabuloso, en el que adquirió un renta que parecía definitiva (65-47), pero a un conjunto con tanto poderío como el Barcelona es absurdo subestimarle. Navarro tocó el tambor y le secundaron sus compañeros. Temblaron las piernas. 18, 12, 8, 4... La diferencia se había evaporado en un visto y no visto. Andersen dio la primera ventaja (71-73) con un triple y Sada la ratificaba después (73-75). Pero la última palabra la tenía el Unicaja, que no aceptó el ofrecimiento barcelonista de vacacio nes. La descarga de nueve puntos sin respuesta fue lapidaria.

La presión está ahora del lado catalán. El Unicaja ha cumplido con su parte del trato. Todo consiste ahora en mantener la ambición demandada por Aíto. Juego de nervios, flaqueza de piernas y tensión. Un menú en el que ganará el más fuerte.

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