Copa del rey

Juanmi rompe el hielo (0-1)

  • El coineño se vuelve a reivindicar apareciendo en el minuto 84 para marcar por segundo partido seguido y poner de cara la eliminatoria. El partido fue un bodrio hasta el gol, primer tiro a puerta del equipo.

Nada por aquí, nada por allá... Gol de Juanmi. Los meses de cemento no han inhibido el don de Juanmi, su habilidad para invocar a las musas en todo momento. Es una amenaza invisible, no cuenta lo que haya hecho sino lo que puede hacer. En Getafe lo saben más que bien. Sus ademanes infantiles son inconfundibles: agacha la mirada, se agarra las mangas de la camiseta en un tic adolescente, la ortodoncia no apaga su sonrisa. Pero no hay que fiarse, se trata de ardides que ocultan un demonio de Tasmania. El coineño volvió a sacarlo en el Coliseum Alfonso Pérez, el prólogo de su vida profesional. Va para campo fetiche. La noche de su debut se convirtió en leyenda viva de precocidad, anoche puso los octavos de final en bandeja de plata. Apareció tras los últimos bostezos, para romper el hielo de la noche y de la eliminatoria. ¿Cuánto vale eso? 

 

Si alguien pensó en la fortuna para explicar su gol a Osasuna a los ocho minutos de desembalar su temporada, anoche repitió el crimen, muesca de asesino en serie del gol. Irrupción en el segundo palo, a las espaldas de los centrales. Si llega un buen centro, ahí está él; si hay pifia de la zaga, ahí está él. No es casualidad que la gran mayoría de sus goles lleguen desde el área pequeña. El asesino con cara de niño, apodaban al travieso Ole Gunnar Solskjaer. Comparte ademanes e inspiración con el noruego. 

 

Así que gracias a él la Copa del Rey empezó a brillar y a recordar que este año el llegar lejos se acerca más a la exigencia que al sueño. Hasta entonces, un témpano de partido idiotizó a los espectadores, valientes los que los que lo vieron in situ. El Coliseum Alfonso Pérez es, con diferencia, uno de los estadios más fríos de España. Es un bocado en un descampado, una obra con prisas ante el crecimiento súbito de uno de los clubes satélite de Madrid; el viento azota en todos los sectores de la grada. Entiéndase el mérito que tiene ser socio del Getafe. En ese campo, a veces, se juega al fútbol. Anoche no. Cuesta asumir la cara de este deporte cuando Isco no lo juega. 

Se quedó en la grada la brújula de Pellegrini, le dio continuidad a su nuevo amuleto de apenas 1,70. Con él convivió de corto Caballero. El estratego, como suelen jalonarle en Chile, lo mantuvo en el arco, de modo que mandó dos mensajes: quiere la Copa y quiere otro portero. El Ingeniero está curado de espanto con el alcorconazo y la pesadilla de su ex Villarreal en El Ejido. Puso un once oxigenado pero muy aseado, capacitado ante un Getafe que tampoco recurrió mucho al maquillaje. 

 

Aunque estuvo más incisivo el cuadro de Luis García. Hizo lo posible para llegar en ventaja a La Rosaleda. De hecho, durante la mayor parte del tiempo el Málaga fue Caballero y diez más. Llegó a actuar hasta de central el argentino en una astuta salida ante Colunga y Miku para abortar dos contragolpes. No faltaron algunas de esas paradas suyas oportunas en cabezazos a balón parado. 

 

El cambio de formato no hizo desaparecer la gran deficiencia de la Liga, la mala defensa de la estrategia. Muchas veces se abrió el cielo en el área blanquiazul, aunque esta vez no cayó tormenta. A veces caía un balón difícilmente gobernable. La apariencia del esférico copero era la de esos balones de plástico duro para jugar en la playa. Fue atenuante para el mal juego en alguna conducción torpe, en los remates al limbo de Van Nistelrooy y Miku. Pero nada justifica el pobre fútbol. Mucho menos para los suplentes, que confundieron reivindicación con conformismo y falta de rodaje con relajación; apenas Apoño y Portillo porfiaron su sino. Tuvo que salir Cazorla para iluminar el camino hacia Codina. Ahí prendió la inspiración de Juanmi, que volvió encontrar el atajo hacia el gol. 

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