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A Pellegrini le cuesta despegar

  • Pese a la plaza clasificatoria, el equipo no acaba de plasmar con continuidad sobre el terreno de juego el estilo que pregona el chileno, al igual que le ocurriera a su llegada el año anterior

Ver al Málaga sexto clasificado después de que se hayan disputado los diez primeros partidos de un campeonato debería ser motivo más que suficiente para la celebración. Los blanquiazules no están en un situación tan privilegiada desde que ocuparan la segunda plaza en la temporada 1973/74 tras jugar los mismos encuentros que ahora. Un séptimo en la 83/84, dos octavos en la 84/85 y 02/03 ha sido lo más que se han acercado después. Sin embargo, el poso que está dejando el equipo dirigido por Manuel Pellegrini no acerca a una afición extremadamente fiel a ese punto de felicidad propio de la plaza clasificatoria de los de Martiricos.

La situación, en términos de juego, recuerda bastante a la vivida la temporada pasada, cuando el chileno se hizo cargo del equipo desde la décima jornada. La ilusión en la ciudad se desborda, este año con la gran inversión en fichajes como Cazorla, Van Nistelrooy, Toulalan o Joaquín, entre otros; el pasado con la llegada del propio Ingeniero, más la de Maresca, Demichelis, Baptista, Camacho y Asenjo (al que por su grave lesión supliría después Willy Caballero). En ambos casos, el rendimiento en líneas generales del equipo ha ido a un paso mucho más lento de las expectativas que generó.

No se pueden poner enfrente si de resultados se habla, algo también lógico porque, aunque este verano se hayan incorporado hasta un total de nueve jugadores nuevos, el resto de la plantilla ya conocía los métodos, las ideas y las intenciones del técnico. Además, esta Liga la partió de cero y en igualdad de condiciones con todos sus rivales y la pasada arrancó desde el farolillo rojo. Aun así, en el lapso de tiempo que marcan los diez primeros partidos de cada proyecto, la distancia en cuanto puntos no es tan abismal: 10 la pasada temporada, por 17 de esta.

En el anterior campeonato, la primera victoria no tardó en llegar. Fue en su debut ante el Levante. Ni la segunda, tres partidos después frente al Racing en La Rosaleda. Sí lo hizo en cambio el hábito de vencer que tanto dicen hombres como Maresca o Demichelis que es lo que se persigue. Para ello transcurrieron 12 encuentros, tras los que el equipo encadenó una racha de cinco victorias consecutivas en las que el brillo del juego en equipo fue el denominador. Aquí ya sí que se podía hablar de sello Pellegrini, algo que se esperaba prolongara este año, con más mimbres incluso que el pasado.

En la presente Liga aparecieron muy rápido tanto los primeros triunfos, como la racha de consecutivos (segundo, tercer y cuarto partido). Eso sí, más motivados por la calidad individual de los jugadores con los que cuenta que porque el equipo alcance el juego que tanto propugna y que sí se pudo ver en el tramo final de la pasada Liga. Entre medio sí que ha quedado mucho mar de fondo y casos poco habituales en un equipo. El último ha sido la elección del capitán el pasado sábado ante el Betis.

Aun obteniendo unos resultados que se pueden calificar de más o menos buenos, queda claro que a Pellegrini le cuesta hacer despegar a sus equipos. El año pasado, la conexión definitiva del equipo coincidió con la recuperación de Baptista y el retorno a la ciudad de Abdullah Ghubn después de un largo periodo de ausencia. Casualidad o no, estas dos circunstancias se repiten esta temporada: el brasileño está de baja y el vicepresidente no aparece por Málaga desde que se fue al inicio del Ramadán. En el club casi rezan por su regreso.

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