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Pellegrini tiene faena

  • Caída El tanto inicial de Javi Márquez aturdió a un Málaga que reaccionó tarde y que tuvo el empate en un tiro de Quincy que repelió el larguero Cambios Banquillo a Quincy, interiores a pierna cambiada y Baha titular

Barcelona está levantada y cortada, de bienvenida, con alguna discrepancia, al Papa Ratzinger. En la periferia, en Cornellá, donde Estopa, el malaguismo ofrece su bienvenida, sin debate, a su mesías particular, Manuel Pellegrini. Observó desde la grada. No cuenta en su currículum el partido 1.000 de un equipo malagueño en Primera. Pasará a la posteridad con el dúo Rafa Gil-Antonio Benítez en el banquillo. Pero Pellegrini viajó con el equipo, charló de manera individualizada con los jugadores, comió como si fuera uno más. Es ya su Málaga. Desde el palco del coqueto estadio de Cornellá-El Prat escrutó qué posee y lo que le falta a su nueva nave. La conclusión es que tiene faena. El equipo blanquiazul pasará una semana más en el purgatorio transitorio del descenso. No se atisbaron cambios drásticos con la época de Ferreira, ha transcurrido poco tiempo. El Málaga perdió media hora en reponerse al sopapo inicial y apretó al final sin demasiada convicción. Quincy, de un disparo potente que se estrelló en el larguero de Kameni, tuvo el empate en el 86. No hubiera sido injusto, como tampoco lo es la derrota.

El diagnóstico recogido en la libreta de Pellegrini debe ser severo. Más sombras que luces. Su equipo empezó perdiendo en el minuto 2, apenas empezado el duelo. Recibió Javi Márquez en línea de medios, progresó durante 10 metros sin un rival que le estorbara, zona de influencia de Apoño y Weligton, y armó su fina pierna izquierda para soltar un buen disparo, parable, que Arnau no acertó a detener. Bofetón inicial que desdibujó la propuesta inicial de Rafa Gil, con doble pivote e interiores a pierna cambiada. Eliseu por la derecha y Juanmi por la izquierda. Le gusta ese perfil al chileno, como se vio en Villarreal con Pires o Cristiano en el Madrid. Significativo banquillazo para Quincy.

El Málaga estuvo noqueado 30 minutos, a merced de un Espanyol que vivía feliz. Gana siempre en casa, juega un buen fútbol, trata bien el balón, tiene un hogar bello, en el que sobrecoge el aplauso prolongado en el minuto 21 en memoria de Dani Jarque. Osvaldo, ariete de excelentes maneras, tuvo dos veces el segundo. Tras marcharse de Weligton y Kris, levantó el balón y Arnau sacó una buena mano. Poco después, trallazo que salió lamiendo el poste izquierdo de Arnau. Inconexo entre líneas, con Fernández y Baha intercambiando posiciones en punta, a veces jugando en paralelo, el Málaga supo que Kameni vestía de negro a la media hora con un pase interior de Apoño donde no había hueco para asistir a Eliseu, tan zurdo que metió su pierna buena ajustada para que el camerunés sacara la pierna. Baha cabeceó el córner. Llegaba algo de peligro. Juanmi se inventó otro gran pase al veloz portugués, que dudó si pasar o tirar, recortó y su zurdado salió fuera. Gámez colgó un buen balón, pero Baha no esperaba la duda del zaguero y colocó mal la cabeza en un remate diáfano. Una pizca de vida.

El Espanyol empujó de inicio tras la reanudación, aunque el Málaga fue recuperando palmo a palmo algo de terreno. Con poca clarividencia, pero los de Rafa Gil, a la fuerza ahorcan, subieron metros y el Espanyol reculaba. Tuvo una buena ráfaga mediado el segundo periodo, con Sebastián Fernández de protagonista. Bullicioso, rondó dos veces el gol, a punto de remachar un córner rematado por Weligton y un disparo seco que salió fuera.

El Espanyol boqueaba, ni rastro del equipo que en la primera mitad sacó al Málaga del partido. Se animaba Gámez con alguna subida, Quincy jugaba arriba del todo para explotar su velocidad. El ghanés lo tuvo, pero el larguero dijo que no. Y recordó las carencias de un Málaga que, con Pellegrini al mando total desde hoy, tiene trabajo. Primero, salir del descenso.

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