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Simbiosis blanquiazul

  • A tope La plantilla se conjura para ganar y la afición, para mejorar la afluencia a La Rosaleda Reacción La dolorosa derrota de Córdoba ha llevado preocupación a algunos, pero ha extramotivado a los de Muñiz

Que el Málaga va a ganar hoy es una verdad tan impepinable como indemostrable. No es una aseveración, sino el halo que han desprendido esta semana los jugadores blanquiazules. El Córdoba removió las entrañas del equipo como nadie lo había hecho hasta ahora. La secuela es un orgullo remozado. Quien esté hoy enfrente, su racha, la resistencia que oponga corresponden a un plano menor. El capítulo 25 del ascenso de Muñiz se escribe en clave de monólogo.

La película de la semana describe la perfecta evolución de una dolorosa derrota hacia la mejor predisposición para el triunfo. A saber: las afueras de El Arcángel descubrieron a una plantilla con la cabeza gacha; a un entrenador esquivando preguntas de periodistas al tiempo que buscaba respuestas a un encuentro negado; a un presidente llamando a los dirigentes presentes en Córdoba debido a su primer gran ataque de pavor -y un día después traduciéndolo en declaraciones públicas porque los euros del club dependen del ascenso- y a más de mil aficionados atónitos tras ver cómo se puede perder un encuentro pese a 40 minutos de superioridad numérica.

Ahora a fe puede decirse que fue de esas derrotas que hacen bien. La afición se ha obsesionado con batir la mejor afluencia de la temporada -15.832 espectadores ponen el listón, 13.635 suponen la media de la temporada-. El entrenador no ha variado su metodología ni su discurso de las 24 semanas anteriores, señal inequívoca de que considera lo de Córdoba un accidente, y la plantilla se ha alzado rabiosa ante todos aquellos, incluido el presidente, que han puesto en duda el favoritismo del ascenso por el desliz de un día -el pasado miércoles Antonio Hidalgo recapituló públicamente en cinco minutos lo que el equipo ha hecho en 24 jornadas-.

En la concienciación progresiva ha habido interferencias, no obstante. Ni los dos refuerzos de invierno han aplacado los problemas medulares: Erice ha pasado la semana en Pamplona con problemas familiares; Tiago Gomes vive inquieto porque ve que el hecho de que no llegue su transfer puede obligarle a abandonar el Málaga. Además, Carpintero ha entrenado entre fiebre e inyecciones y jugará diezmado y Apoño aún se muerde las uñas por la cartulina que vio en Córdoba. Todo ello ha llevado a Antonio Hidalgo a forzar la máquina y a desafiar la tendinitis de su rodilla derecha para no dejar huérfano el centro del campo. Aun mermado, una gran contribución a la empresa del gol, menos productiva últimamente -los de Muñiz llevan cuatro tantos en cinco partidos-. Lo agradecerá Baha, el único que se ha atrevido a decir que el equipo no juega bien en los últimos partidos. Pero hoy pinta más que el triunfo llegará desde la garra que desde el buen fútbol.

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