LA CRÓNICA

El Valencia hurga en un Málaga bisoño (1-3)

  • Una primera jornada decepcionante para los de Jesualdo Ferreira, incapaces ante un Valencia que demostró que aún conserva algo de su esencia

FICHA TÉCNICA:

Málaga: Arnau; Jesús Gámez, Iván, Weligton, Manu; Fernando (Apoño, 68'), Sandro Silva, Eliseu (Juanmi, 76'); Quincy, Rondón y Papelito Fernández (Edinho, 84').

Valencia: César; Miguel, David Navarro, Ricardo Costa, Mathieu (Jordi Alba, 72'); Albelda, Banega; Joaquín, Mata (Tino Costa, 79'), Vicente (Pablo Hernández, 59'); y Aduriz.

Goles: 0-1 (9') Aduriz cabecea sin oposición un saque de esquina muy bien lanzado por Banega. 1-1 (45') Centro al área de Eliseu en falta, Papelito Fernández mete la pierna derecha en el primer palo y despista a César lo suficiente. 1-2 (70') Joaquín marea a Apoño y Jesús Gámez y conecta un gran derechazo cruzado. 1-3 (74') Rechace tras centro de Jordi Alba que acaba en los pies de Joaquín, que vuelve a fusilar con un tiro cruzado.

Árbitro: Muñiz Fernández (asturiano). Amonestó a Sandro Silva (16'), Manu (16'), Albelda (35'), Banega (37'), David Navarro (38'), Mata (44') y César (57').

Incidencias: Primera jornada de la Liga BBVA disputado en La Rosaleda ante unos 25.000 espectadores. Terreno de juego en buenas condiciones. Antonio Banderas estuvo en el palco presidencial, no así Abdullah Al Thani.

El Valencia penetró en la línea de flotación del Málaga el día que el nuevo proyecto echaba a rodar. Los de Emery ya no son el pánico de Villa y Silva, pero mantienen la columna vertebral forjada en los últimos tres años. Su madurez bastó para hacer trizas, quizá con demasiado ruido en el marcador, la propuesta de Ferreira, aún débil para defenderse ante equipos tan bien armados.

el problema es que el problema se activó desde el principio. El conjunto blanquiazul pagó caro su inicio de cristal. Desparramado sobre el césped, sin tener claro el aterrizaje en el mismo, el Valencia leyó pronto sus desatenciones. Concretamente Banega, rey por un día en La Rosaleda. Bajo su dirección, los avanzados del Valencia llegaron como puñales hasta Arnau. Era una sensación desde los 30 segundos de partido, con un balón surgido de Vicente en paralelo a la cal y sin remate. En nueve minutos, sólo nueve, Aduriz castigó el severo despiste colectivo. Córner de Banega, cómo no, arrastre en zona de las torres visitantes y sello a gol del vasco.

Pintaba tragedia para un equipo sin patrón. Por suerte, Quincy se descamisó y comenzó a cabalgar como un loco en busca de una chispa que prenderara despertar al equipo. Meras descargas sin definición, pero suficientes para poner al aficionado sobre el tablero.

Con la continua amenaza del Valencia a la contra, sonó el despertador para los de Ferreira. Bastó algo de Sandro Silva, un poco más de Eliseu y movimientos en largo de Rondón. El ligero crecimiento del equipo pudo irse al traste con una contra de Banega (27') en la que Arnau, gran mano, volvió a sentirse portero. Saberse sin castigo terminó de animar al Málaga, que jugó con la moral ché al filo del descanso. La insistencia cristalizó en una falta de Eliseu en la que la pierna de Papelito Fernández despistó a todos los que esperaban otra cosa. 1-1 y descanso. A recomenzar.

La reanudación corroboró el impacto psicológico. El Valencia ya no anduvo sobre la alfombra de Martiricos. Sin más artes que las ganas de agradar, encomendados a las embestidas de Quincy, que dejó claro que puede ser un futbolista muy poderoso. Lo hizo en un recorte genial que no derivó en gol porque el cabezazo escorado de Rondón encontró una muralla en la mano de César (56').

El partido estaba abierto y se jugaba a cara o cruz entre Quincy y Mata. El holandés en una intentona repetida, el asturiano lanzando a Aduriz. Arnau frenó el doblete del vasco en un momento delicado (61'). Entendió Ferreira que era un buen contexto para Apoño, que reapareció para traer esperanza. Pero quien compareció fue Joaquín. Volvió a ser ese extremo que un día vio nacer El Puerto de Santa María para poner una puntilla en cada mano blanquiazul. En cuatro minutos, del 70 al 74, dos elegantes latigazos mataron el encuentro. Con Juanmi y Edinho a la emergencia, el técnico superpobló la delantera para un intento vano.

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