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Vivo y coleando

Tras el entrenamiento matutino, la plantilla del CSKA tomaba un refresco en el bar del Carpena. Y Messina, de pie, contemplaba con cara de felicidad el tímido sol que asomaba por Málaga. Quizá imaginaba una noche plácida en el coliseo costasoleño. U otras cosas. Pero su amigo Scariolo y sus hombres le tenían preparadas una serie de trampas que le harían hincar la rodilla, algo a lo que no acostumbra el cuadro ruso. No ha perdido en ninguna de las últimas tres temporadas más de 10 partidos en una de ellas. Así que es noticia, gran noticia, que el Unicaja derrotara (72-67) al equipo del ejército rojo. Apareció ese bloque indescifrable, el que pierde en Mahón y es capaz de gobernar con puño de hierro desde el minuto 1 al 40 ante uno de los dos gigantes continentales. Las metamorfosis del Unicaja dejan pequeñas a las de la literatura clásica. Un equipo mediocre y sin alma, un gran equipo, rebosante de orgullo cuando no le llega el baloncesto. El mismo equipo: el Unicaja, que en Málaga encuentra una atmósfera favorable para hacer infranqueable su fortín.

Tanto para que haga 15 meses que no pierde en Euroliga y camino de los tres en la ACB. Santiago rescató del armario el traje de general y ejerció su dictadura en la zona para apuntalar un triunfo que deja, parafraseando a Scariolo, “vivo y coleando” al Unicaja. No hay nada perdido. Tanto, que Messina, a falta de 27 segundos y con su equipo cinco abajo, renunció al encuentro para salvar el averaje. O sea, que tiene a su rival de ayer en alta estima.

 Entró con una marcha superior el Unicaja en el partido. No es fácil hacerlo ante el rodillo diésel del CSKA. Asido a un cósmico porcentaje de acierto en el triple (5/5 al final del primer cuarto), el Unicaja encontró la manera de descifrar la habitualmente desesperante defensa moscovita, que rara vez concede a sus rivales más de 70 puntos. Cinco triples de cinco jugadores distintos (Haislip, Welsch, Castle, Jiménez y Berni), la mejor manera de desajustar una defensa. Santiago ofrecía el contrapunto  para marcar una distancia ya apreciable (25-16).  Un tiempo muerto de Messina permitió ver miradas asesinas del técnico siciliano a sus hombres, a los que rotaba constantemente. Popovic desquiciaba a Papaloukas, primero sacándole una falta en ataque y después robándole un balón. Germán, con una velocidad mayor a la que suele exhibir, colocaba una diferencia ya importante en el marcador (37-23). Todo, antes de que Siskauskas recordara en Málaga por qué Scariolo le quería como uno de los abanderados de la época post Garbajosa. El lituano comprimió el partido al descanso (39-33).

De nuevo, arrancó el Unicaja con una velocidad superior tras el receso, agarrado esta vez a un Santiago superlativo, como en sus mejores faenas. De salida, un parcial de 15-2 para propulsarse hasta los 19 puntos de renta (54-35). Ante el común de los equipos, un  resultado definitivo ya mediado el tercer cuarto. Una temeridad afirmarlo ante el CSKA, que encendió, algo tarde para lo que suele, el metrónomo que controla con precisión los tiempos del encuentro. Es Papaloukas el que lo detona. Desde ahí comenzó una carrera contrarreloj por rebajar la diferencia. El Unicaja había llenado el granero, pero comenzaron a vaciarlo Van den Spiegel, muy dañino en el rebote de ataque y las puntadas siempre con hilo del base griego (58-46 al final del tercer cuarto).

La tendencia del partido llevaba a la reducción de diferencia. Haislip aguantaba con un dos más uno (63-50), pero Papaloukas contraatacaba. Holden llevó la congoja y despertó fantasmas de septiembre pasado en Madrid (72-66), pero erró dos triples seguidos sin oposición que decantaron al partido. Messina renunció al encuentro, firmó la derrota mínima y el Unicaja estrenó su casillero de triunfos en el Top 16. Tiene tres partidos por delante para obrar otra gesta. La primera piedra fue sólida. Un gran triunfo ante el CSKA. El Carpena, la tumba de los campeones.

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