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Zarpazos por inercia (4-0)

  • Ante un Granada con mejor fútbol y disposición, el Málaga da un recital de puntería y saber estar. Caballero fue el mejor jugador en el campo y Brahimi le comió la tostada a Isco en la medular.

Así como el tigre caza presas por instinto, este Málaga golea sin una arruga en el uniforme. Los de Pellegrini no temen el cuerpo a cuerpo; es más, parece encantarles. Cualquiera con Caballero bajo palos y el arsenal que acumula arriba se atrevería a hacerlo. Lo hizo el Granada y salió bien trasquilado. El buen fútbol es un pobre argumento cuando la suerte suprema no se invoca. La goleada, de equipo grande, ahondó en esas lecciones que imparte este deporte sobre el concepto de justicia. No existe. El denostado de Sabella fue mejor que los cuatro goles blanquiazules; esa es la historia que entró por los ojos. Los boquetes en el alma rojiblanca fueron las muescas fraguadas por los francotiradores de Pellegrini.

Cualquiera diría que Brahimi le robó a Isco su protagonismo y que Toño vio sus paradas de siempre en la otra meta. Ni el alicantino, portero de milagros, pudo ante el ejercicio de tino malaguista. Cuando el Málaga saca su vendaval de paseo, todo cae por el camino.

Otra vez 4-0, como ante el Valencia, para disipar dudas. Las del resultado, eso sí. Faltó más dominio en el juego. Anquela se marchó con la soga al cuello pero nadie puede reprocharle su planteamiento. Corrió a gusto por la zona ancha el Granada, especialmente Brahimi, un hombre pegado a una pelota de cuero, como la canción. Creó el desequilibrio, si bien Ighalo no pudo cristalizarlo. El Málaga no es que tenga 9, posee fondo de armario de goleadores. El primero Joaquín, que se valió del peor resbalón de Diakhaté en su vida. Como la jugada había nacido demasiado fácil, el gaditano compensó con varias gotas de su elixir en un amago que deshabilitó el milagro de Toño.

Aunque los avances del Málaga venían con una parada de Caballero interlacada, Saviola dio a Ighalo un clínic gratuito de lo que se le pide a un atacante (aunque el nigeriano podría enseñarle cómo se hace una cola de vaca, como la que sentó a Demichelis). Un balón de Portillo que se le iba largo lo hizo de oro con un buen control orientado. El remate, por abajo, fue incontestable. 2-0 cuando debía ser 0-2.

Al descanso se quedó Monreal, que reapareció en cuerpo. El alma rebelde y competitiva del navarro todavía no está. Lógico, necesita minutos y confianza. Con Iturra, el equipo se abrochó el cinturón. Siguió dominando el Granada, pero en ese tiempo de manera artificial. La sensación era de que el tigre sesteaba y que, cuando se hartara, volvería a dar un zarpazo mortal.

Sucedió con el gigante y el enano en el campo. Suena a fábula. Resultó fabuloso. La conexión entre ambos en el último gol tuvo de todo. Primero una gran apertura del paraguayo para el argentino. Con la puerta cerrada, intercambiaron los roles. Asistencia de chistera del ex de River, control majestuoso de Santa Cruz surcando el aire y definición sutil. No solo tuvo esa belleza, sino una gran noticia incorporada: algunos de los suplentes parecen listos para el reto de las tres competiciones. Ambos se comieron los minutos, sobre todo Buonanotte, inspirado como el pibe que revolucionó Argentina en su debut. Pellegrini tiene nuevos marineros en el barco. La mejor noticia.

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