Liga BBVA

De cabeza a la salvación (4-1)

  • El Málaga despacha con facilidad al Granada y se queda a apenas un triunfo de la permanencia. Camacho lideró al equipo con un gran doblete de cabeza.

Matinal del domingo. La Rosaleda se enciende, luce de otra manera el color blanquiazul, hasta huele diferente. Imposible asociarlo al último ascenso, a aquellos días de vino y rosas. Con ese escenario triunfal conectó el Málaga, el mejor que se puede esperar cuando la concentración dura los 90 minutos y cualquier atisbo individual parte de un esfuerzo solidario y coral. Un Málaga con cabeza y corazón. También con un par de buenos pulmones y de pegajosos guantes. Camacho y Caballero, suena a buen bufete de abogados. A ellos se encomendó el equipo de Schuster para organizar la fiesta dominical, la de otros días. Goleada, permanencia y tres cuartos. Felicidad.

Un doblete de cabeza y la detención de un penalti no es algo de lo que se pueda presumir cada jornada. Esas jugadas fueron los vértices de un plácido domingo.

Camacho surcó el espacio aéreo del Granada como si fuera un caza sin aviso y con alevosía. Ya son cinco goles haciendo daño a balón parado, para ponerse en el escaparate continental como uno de esos todocampistas que es bueno en todo lo que hace e igualar con Santa Cruz en el puesto de pichichi. Camacho estuvo preso por Schuster un tercio de Liga, ahora es un toro indómito. Le rompió todos los esquemas a Alcaraz en media hora. 

Demasiada tranquilidad, bramaban algunos. Así que llegó el susto. Cortesía de Teixeira Vitienes, que sale a ridículo por partido. Mientras El Arabi y Brahimi se peleaban por el momento de gloria, Caballero puso el ordenador a funcionar. Mente fría, guantes ligeros y palomita para evitar el gol sicológico. Curioso, La Rosaleda estalló casi con más furia con su parada que en el doblete de Camacho. La rabia del arquero es compartida por su hinchada, harta de que cada intervención prodigiosa de su portero no tenga el premio de la albiceleste. Sólo queda una conclusión positiva de la no llamada de Sabella: saca lo mejor de Willy, capaz de convertir la frustración en motivación.

Al descanso la fiesta ya era un despiporre. Todos protagonistas en el Málaga, convidados de piedra los del Granada y con el derecho de admisión aplicado sobre Iturra. El chileno salió a pitada por balón tocado y continua ración de insultos y mofas. Héroe ayer, malvado hoy, así es el negocio para el cliente del fútbol. No se vio al mejor Iturra, habrían hecho falta muchos como él para detener a Camacho, al que le sobra compañero en el doble pivote y le falta campo. No contento con su segundo doblete en apenas dos semanas, forzó el penalti para el tercero. Hasta Amrabat le ofreció tirarlo, pero le debió parecer hasta grosero hacer un hattrick porque declinó la oferta. El holandés lo marcó con estilo y suficiencia, la misma que empleó ayer para volver a reivindicarse. Vino para demostrarle a Mancini que tiene más fútbol del que él usó; parece que el Málaga no podrá sujetarle y que un buen contrato en España le espera a la vuelta de la esquina. Su egoísmo es un puente de plata hacia la salvación, que ahora queda a un triunfo simbólico. Con seis encuentros por delante, ni los más agoreros temen ya por otro año de Primera. En pleno crecimiento, se espera que no sean sólo una, sino más, las victorias que firme el Málaga para cerrar una temporada funambulista que, no obstante, todavía puede dejar a los blanquiazules en la primera hoja de la clasificación.

Con el encuentro sorprendentemente resuelto, volvió a pedir su cuota de protagonismo Juanmi. Lo suyo es tremendo. Desde que irrumpió meteóricamente en el primer equipo, su historia es de superación continua. Tantas veces lo han sepultado las circunstancias, otras tantas se ha levantado. Es admirable que, tanto tiempo después, más o menos modelada su madurez, sus virtudes e instintos permanezcan intactos. Aparece de la nada, se esconde de retrovisores y radares, está empadronado en el área. Le ofreció un genial desmarque a Jesús Gámez que obligó al lateral a extrema perfección en su asistencia con la pierna menos mala. El control orientado dejó en el suelo a Roberto; todo le resultó tan fácil que tuvo asegurarse de la legalidad mirando un par de veces al asistente. Dos goles en seis días y el título oficial de revulsivo del banquillo. Con Santa Cruz entre paréntesis rellenando el depósito de gasolina, tenerlo de nuevo enganchado a su sonrisa de niño es una gran noticia.

Con el estadio haciendo la ola, Caballero se disfrazó de Bravo y le regaló un balón a Buonanotte que, tras filtrárselo a El Arabi, acabó en gol. El argentino se fue al vestuario más que enfadado por ese borrón, pero La Rosaleda eliminará ese recuerdo de la memoria para quedarse con el penalti que detuvo. Ayer no cabía ni un detalle infeliz en La Rosaleda.

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