Resultado y crónica del Casper Ruud-Alejandro Davidovich

Épico Davidovich en Roland Garros: a un partido de los Juegos Olímpicos

  • El malagueño se mete en octavos tras imponerse en un partido monumental que dura 4 horas y 35 minutos a Casper Ruud (6-7, 6-2, 6-7, 6-0, 5-7)

  • Si gana al argentino Fede Delbonis y entra en cuartos irá a Tokio con España

Davidovich, en un momento del partido.

Davidovich, en un momento del partido. / efe

El sueño sigue vivo. Épica de Alejandro Davidovich, en uno de los días más brillantes de su emergente carrera. A horas de soplar 22 velas se impuso en un partido monumental, de cuatro horas y 35 minutos con parón por lluvia incluido, a Casper Ruud. El noruego, 16 del mundo, es uno de los tenistas más en forma del mundo. El que más victorias lleva en tierra este año. Dobló la rodilla ante el malagueño, que tuvo una actuación impresionante. Se agigantó en el quinto set para colarse en octavos de final de Roland Garros. Los Juegos Olímpicos están a un partido para el rinconero, que deberá enfrentarse ahora al argentino Federico Delbonis, que se deshizo del italiano Fabio Fognini (4-6, 1-6, 3-6). Tokio, tan cerca y tan lejos. 

El partido comenzó de manera frenética en un primer set increíble. Con poco parangón en la carrera del de la Cala del Moral. La manga inicial duró una hora y 24 minutos y se jugaron 109 puntos. Un desgaste brutal para los dos jóvenes en un duelo que se antojaba muy largo ya. El esfuerzo era magnámino y el botín aún era pequeño. El malagueño lo primero que hacía al sentarse a descansar era cambiarse la camiseta, repleta de sudor. Tenía cuatro bolas de rotura Davidovich, pero todas se iban al limbo y Ruud dominaba 2-1 en los primeros compases. Y ahí el choque entró en una centrifugadora. Cuatro roturas de servicio seguidas que dejaban todo como estaba. El malagueño encontraba muchas vías de agua en el saque del nórdico, ganando esos dos juegos en limpio. 

Y de ahí el tie break, curiosamente, los dos se hicieron fuertes al servicio. Le costó a Ruud, que salvó un primer susto con dos derechas de mucho nivel (lo que le pretendió cerrar de cualquier forma el rinconero) y el segundo con arrojo. Y llegó a tener bola de set el de Oslo, que no supo cerrar. Y lo pagó caro. En el desempate Davidovich arrolló en una superioridad física, mental y de juego que no se le había visto en la mañana. Tuvo también el golpe de fortuna en algún puntos. Se puso 0-5 y tuvo la templanza para amarrar el 3-7 final y llevarse un primer set monumental. El primer golpe lo daba él, pero quedaba un largo camino.

Aunque hubiera sido lo lógico, no perdía tensión el encuentro. Seguía la sensación de que cualquiera podía ganar cada punto. Y no tardó Ruud, de cabeza un tenista más hecho y más paciente, en dar el primer rejonazo. En el tercer juego le rompió a Davidovich y se puso 2-1 por delante. Cabía esperar la reacción del noruego, en un momento de forma espectacular. No se gana en Ginebra y se hace semifinales en Montecarlo, Múnich y Madrid de casualidad.  Y desde ahí, con algún tambaleo, barrió. Sólo hubo un tenista sobre el polvo de arcilla de la pista 14 del complejo de Roland Garros. Un contundente 6-2 para poner las tablas. Un giro de guión con el malagueño incluso siendo atendido de unas molestias en el tobillo izquierdo, una zona con la que ya sufrió en el pasado. 

Y volvió el duelo a los cánones de extrema igualdad, de tensión en cada golpeo. Aceleró Davidovich, que en un pestañeo se vio 0-3 arriba, con el set encarrilado. No había tiempo para hinchar el pecho en el partido con el noruego, venía el hachazo. Y así fue. Encarriló tres juegos Ruud para poner el 3-3 y hacer pie en la tercera manga, con algún servicio en blanco incluso. Borrón y cuenta nueva, regreso al punto de partida.

Se repuso Davidovich con su saque, donde se mostró muy fiable para ir andando con seguridad. Le faltaba colmillo y paciencia para cerrar las roturas, que las tuvo. Y, otra vez, al tie break. Pero hizo acto de presencia la lluvia, que hizo recoger los bártulos y marcharse a vestuarios. Tras un parón de media hora tocaba meterse rápido para jugar un desempate crucial. Y salió bien Davidovich, que remó con punto de set en contra para rematar en 6-8 con servicio del nórdico. Un temple plausible para coger de nuevo la delantera. 

Puso la bandera en la cumbre e inició una cuesta abajo peligrosa. Como ante Botic van de Zandschulp desconectó, levantó la bandera blanca y se dejó ir. Ruud, una fiera competitiva, olió sangre y se tiró de cabeza. En 20 minutos, cuando los sets estaban durando una hora o más, liquidó la cuarta manga con un rosco. Un 6-0 preocupante porque Davidovich no corría las últimas bolas. Quedaba por comprobar si el malagueño iba a poder tocar la tecla y tener ritmo para el momento crucial. Y con un saber estar que no se sabe si asombra o desconcierta se puso en pie para luchar de tú a tú el quinto set. Una suerte en la que es infalible. Los cuatro que jugó en grand slam los ganó. Alucinante. 

Quién lo diría, pero ambos tenistas se mostraban sólidos en el saque y apenas daban oportunidad de sacar la cabeza al rival. Con un 'vamos' de Davidovich a la grada, que lo empujaba casi como si jugara en Marbella, se ponía el partido 5-5. Estaba prendido el rinconero, que se maneja bien en estos escenarios grandes. Supo encauzar toda esa adrenalina para sacar un tenis fabuloso que iba acompañado de una madurez que pocas veces se le había visto. Le tocaba sacar a Casper Ruud, que estaba contra las cuerdas. Con 15-40 y dos pelotas de rotura para el malagueño, el noruego sobrevivió a un rally de 25 golpes y luego se sacó un ace de la manga. Pero no pudo darle continuidad y el pupilo de Jorge Aguirre, en la grada casi sin poder mirar, puso el 5-6. Sacaba para ganar. 

Y llegó el juego del partido, que duró casi tanto como el cuarto set. Un tobogán de sensaciones. De la euforia a la desesperación en cuestión de segundos. No se sabe bien como, pero los dos jóvenes tenistas mantenían la templanza. Tenía para romper Ruud, pero Davidovich se salvaba con un saque directo. Una dejada fabulosa le daba una bola de partido, pero no acertaba a rematar arriba un globo y al ir para la línea de fondo se resbalaba. La situación costaba creerla aún habiéndola visto. Ruud se reponía y tenía para forzar el empate, pero venía como otro ace lo echaba todo al traste. 

Se recompuso Davidovich, que ahora llevaba la manija. Tuvo tres pelotas de partido seguidas. Primero se le quedó una derecha paralela en la red, luego un golpe en el centro de la pista donde podía elegir donde ponerla y la tercera se le iba larga por el fondo. El cierre estaba siendo alucinante y la grada vibraba. Era subir y bajar ese tobogán, un déjà vú constante. Pero había en juego una victoria primordial. El noruego seguía firme y conseguía otro punto para forzar el 6-6. Le sacó por abajo Davidovich en ese punto de inconsciencia que le naturaliza. No se lo esperaba el nórdico, ni nadie, que dejó un revés en la red. Pero tendría otra, que también se iría al limbo. Saque y remate para el malagueño, mientras Ruud se caía al suelo y amagaba con pedir el fisio. Como en toda batalla épica, llevaba la vestimenta llena de arcilla. El duelo era monumental. Y ahí lo cerró Davidovich, que sacó firme y el resto de Ruud se marchó fuera. Se arrodilló en el polvo de arcilla, había cerrado uno de los partidos de su carrera. Qué mejor regalo del 22 cumpleaños. El sueño sigue vivo. 

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