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Davidovich se despide de Roland Garros

  • El malagueño se muestra inferior a Rublev (5-7, 1-6, 6-3 y 1-6) y dice adiós en segunda ronda al grand slam parisino

Davidovich golpea una bola en un partido en Roland Garros.

Davidovich golpea una bola en un partido en Roland Garros. / efe

Había allanado el terreno Roberto Carballés, buen amigo de Alejandro Davidovich y con el que ganó un título de dobles en Santiago de Chile, después de dar la sorpresa y tumbar a Shapovalov en un partido maratoniano y para el recuerdo. Pero no pudo darle otra alegría a la armada española el malagueño, que se despidió de Roland Garros, último grand slam de la temporada, en segunda ronda. Como símbolo positivo, en todos los grandes ganó al menos un duelo. Se mostró inferior a Andrey Rublev, que tiró de galones y demostró que su trayectoria en esta campaña marcada por el COVID-19 no es casualidad. No aprovechó el pupilo de Jorge Aguirre su bala para abrochar el primer set y desde ahí fue cuesta abajo. La manga que ganó fue una gota de agua en el desierto. Una decepción parisina sobre la que aprender, aún hace falta algo más para competir con los mejores. Todo sea dicho, es parte normal del proceso de crecimiento. 

Comenzó con firmeza Davidovich, que al quinto juego ya se ponía por delante después de romper el servicio de su rival. Confirmaba el break con su saque y se ponía en la rampa de llevarse la primera manga (4-2). Se mantuvo sólido el malagueño, que sacaba para poner tierra de por medio en un duelo igualado. Y cuando debía dar el primero de los pasos se diluyó. Le rompió Rublev que encadenó cinco juegos seguidos para poner el 1-0 con 5-7 a su favor. Era un ciclón el ruso, que había tirado de experiencia para borrar un mal momento que había tenido. Estaba fuera el pupilo de Jorge Aguirre, que iba cuesta abajo. 

No se levantó en el segundo, más bien lo contrario, cavó más hondo. Sin duda, uno de los peores tramos en un encuentro de alto nivel. En apenas 24 minutos ponía el moscovita un contundente 1-6. El parcial de juegos era de 10-1 a su favor y Davidovich llevaba el doble de errores no forzados (20-10). El marcador (0-2) evidenciaba lo que se estaba viendo sobre el polvo de arcilla de la coqueta Simonne-Mathieu. El de la La Cala del Moral, para poner en perspectiva su rendimiento, había hecho 13 puntos en toda la manga. No tenía plan B el joven, que estaba desbordado. Tampoco le entraban algunas bolas que se jugaba para reactivarse, al igual que algunas dejadas que hacía sin efecto alguno. 

Achicó aguas Foki, como le gusta que le llamen, que tiró de orgullo y arrojo para llevarse el tercer set. Comenzó sacando y rompió en el cuarto juego para ponerse 3-1. El viento había cambiado y ahora era el ruso el que no entendía qué había pasado. Desplegaba sus golpes el costasoleño, que, sobre todo, estaba rocoso con su saque. Le costó cerrarlo después de ir 5-3 y ponerse 40-0. Le igualó Rublev, pero emergía ahora sí Davidovich para mandar el duelo a la cuarta manga. Aún le quedaban balas y quería gastarlas. Estaba por ver si a su rival le pasaba factura el partido de más de tres horas contra Sam Querrey en primera ronda y también el sobreesfuerzo de ganar el ATP 500 de Hamburgo días atrás. 

Pero no, ahí el de Moscú, dos años mayor que el tenista de la provincia, demostró porqué es el número 12 del mundo. Hay que recordar que fuera el mejor junior de su generación 1997, por más que le haya costado consolidar en el universo profesional lo que apuntaba. En los primeros cuatro juegos hubo tres roturas y dos fueron suyas, que afianzaría con un servicio en limpio para poner un duro 1-4. No lo entendía Davidovich, que lo evidenciaba con gestos de desesperación. Había vuelto al choque, pero pronto lo habían barrido de nuevo. Pero haría pleno Rublev de roturas para poner el 1-5. Se pasaba de un ilusionante 1-0 y saque a un cruel, pero justo, 1-5. Y el ruso terminaría en limpio, esperándole la tercera ronda de Roland Garros. Está para dar más de un susto. Davidovich se despide de París con un sabor agridulce. 

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