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La desgracia acerca al Málaga al precipicio

  • Revés Sólo suma un punto en un partido en el que hizo los dos goles, el primero en propia meta, y fue quien buscó ganar Peligro La victoria del Tenerife hace que únicamente el 'goal average' mantenga fuera del descenso a los de Muñiz

Con la cabeza baja iban dando la mano los jugadores del Málaga a un mito como Quini, hoy delegado del Sporting, que elegantemente les animaba a la conclusión del encuentro mientras se dirigían a los vestuarios. El acto, tan humano como evidente, reflejaba la situación en la que se queda el equipo tras sumar ayer su enésimo empate en la Liga de tres puntos: al filo del precipicio.

Viendo el calendario que quedaba hasta el final del campeonato, en el vestuario ya se reconocía que lo de ayer era una final, o "el partido", como calificaba un más comedido Muñiz el encuentro. Así salieron. De hecho, sorprendieron por el cambio en el guión habitual, donde la inclusión de Fernando, Apoño y Benachour junto a Duda indicaba una búsqueda por el control del esférico extraña en esta campaña.

Seguramente merecieron más de lo que recibieron en esa puesta en escena. Las caídas a banda de un siempre generoso Baha y un sorprendente Benachour, que al inicio estuvo completamente activado hasta en el robo de balones, facilitaban la llegada de la segunda línea y la subida de los laterales. El Sporting, que había salido con una conservadora táctica de aguantar y ceder el balón al rival, con la intención de que cometa más errores por si caía la breva, aguantaba como podía.

No es que se crearan ocasiones constantes o que todas las que tenían fuera de verdadero peligro, pero sí que se fabricaron más de las habituales. Las suficientes como para que la cosa se hubiera desnivelado del lado malaguista. De hecho ni hubo que esperar mucho para que, tras un inteligente pase de cabeza en diagonal de Benachour a Duda, el luso pusiera uno de sus mejores centros del día, al que no llegó Baha y sí Fernando, quien, incomprensiblemente, mandó el balón fuera cuando lo tenía todo a placer.

También sacó a relucir el Málaga las jugadas de estrategia en las constantes faltas que provocaba en tres cuartos de campo. Pese a la vistosidad de algunas, como una en la que intervinieron Duda, Apoño y Mtiliga, el rédito seguía siendo el mismo. Un tímido cabezazo alto de Gregory en el minuto 19 era el primer acercamiento de los asturianos. Bajo las mismas premisas, llegaba la segunda gran oportunidad blanquiazul. De las de verdad y, cómo no, a balón parado. Benachour ponía con la testa en el palo el balón servido por Duda en un saque de esquina. El rechace, recogido por Iván, se dirigía con fuerza a las redes sportinguistas, hasta que Botía metió la bota para despejarlo.

Cuando el encuentro era un auténtico monólogo, el decorado cambió de improvisto. Un tiro ajustado al poste de Diego Camacho sería el aviso de lo que se avecinaba. Era el gol del Sporting, tan difícil de explicar como acertar en primera instancia con el último jugador que toca el esférico antes de alojarse en las redes de Munúa. La fatalidad quiso que el balón, rematado por el propio Diego Camacho y desviado por Gregory, impactara lo suficiente en Baha como para coger la trayectoria del gol.

Con este mazazo y el primer tanto del Tenerife, que en ese momento colocaba al Málaga en plaza de descenso, decretó el colegiado el descanso. Tras él, paso a paso, se pudo ver al Málaga más ambicioso de toda la temporada, al que quizás la precipitación evitó que fructificara su remontada. Obinna, Luque y Caicedo fueron saliendo al terreno de juego. Muñiz quemaba sus naves con seis hombres de verdadero talante ofensivo.

En una sucesión de lanzamientos al limbo, sin inquietar a un Juan Pablo al que no gusta salir, finalizaban los constantes y voluntariosos ataques del Málaga. Hasta que, de nuevo a balón parado, Caicedo remataba de tacón entre un bosque de piernas el balón que significaba el empate.

El Sporting hacía tiempo que había renunciado al balón. A los jugadores del Málaga o les quemaba o les traicionaba la ansiedad. Ni con el último repunte de la grada, que tras el tanto del ecuatoriano dio el nivel de decibelios esperado, dio tiempo a certificar la reacción. Las ganas de que no se jugara de los asturianos lograron que no hubiera más opción. Y con la cabeza baja se fueron los jugadores del Málaga, sabedores que, tras la victoria del Tenerife, sólo el goal average les mantiene fuera del descenso.

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