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El día que cambió España

ESPAÑA sigue disfrutando de la luna de miel, del poso dulzón de la alegría aún no asimilada. Las loas a los héroes acaparan portadas y pensamientos, algunos hasta sueños. Por fin ha caído la barrera psicológica maldita que ahogaba el espíritu patrio futbolero desde 1994. Desde aquel gol de Baggio que hundió la moral y que fue rematado por la injusticia tassottiana, dejando a toda una generación enrabietada y embargada de un fatalismo que nos ha parasitado durante casi tres lustros. Una denominada maldición de la que la llamada Quinta del Cobi, los olímpicos heroicos que ganaron una final en el último minuto, nunca superaría.

Derrotismo que, combinado con años de división entre los aficionados y de enfrentamiento entre Clemente y la prensa, influyó irremisiblemente en la Roja. A ello se sumaría el renacimiento de nuestros equipos locales por Europa, lo cual apagaría el interés de medios, aficionados y, con la boca pequeña, jugadores. Cada partido en plena temporada liguera se ha percibido como un estorbo, y la liturgia veraniega de los grandes torneos de selecciones se ha vivido con una sobreexcitación desmedida, poco menos que para salvar la temporada y para, por una vez, sostener al mismo equipo que el enconado vecino. Nuestra ración de españolismo de cada bienio.

El llanto de Pirlo

Y no es que el futbolista se reservase, porque todos saben que no hay mejor escaparate que los estivales. Es una cuestión de sentido colectivo, de conciencia de grupo. Ayer, Andrea Pirlo, mago del balón, campeón del mundo con su selección y de todo con el Milan, se marchaba del campo llorando del brazo de su compañero Cannavaro. Ese instinto, ese sentimiento de haber decepcionado al país, esa concepción de oportunidad histórica perdida, todo eso, el italiano lo vive. Los irregulares Zambrotta y Grosso dando su mejor nivel, Chiellini y Panucci rebelándose ante la inferioridad de los suyos para hacer el partido perfecto, cinco minutos de Del Piero que siembran el terror. Detalles que fueron insuficientes por una vez, pero de los cuales los nuestros han carecido en estos años. Esa unidad en torno a la zamarra, como la de los galos hace un par de años que se autogestionaron para llegar hasta la final cuando todos les daban por acabados.

¿Alguien recuerda a algunos de nuestros magnos futbolistas alzar su nivel en estas competiciones? Caminero una vez, el Zubi de 1996, Abelardo un par de veces, y poco más. Ayer Puyol y Marchena estuvieron imperiales, Marcos Senna y Silva dieron un recital, por no hablar de la actuación de Iker. Villa, el 7 de España, además, lleva un torneo impecable, y el resto del equipo está a su nivel. Sólo falta por sumarse a la fiesta un Iniesta que nos trajo a la Eurocopa y al que una mala indigestión ha dejado en jaque.

Sólo hemos pasado los cuartos, como turcos, croatas, checos, suecos y hasta búlgaros, estos últimos años. Pero es mucho más que eso, se ha roto con el fatalismo, con la falta de unión en los días importantes. Fue un 22 de junio.

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