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El eslabón de Lauridsen

  • Mtiliga es un danés atípico que 20 años después recupera la bandera de su país en Martiricos

Patrick Jan Mtiliga es un danés atípico. Ni es rubio, ni tiene los ojos azules, ni ha venido a Málaga de vacaciones. Su padre nació en Tanzania (su madre sí es de Dinamarca), no llega al 1,70 y ha venido a demostrarle al fútbol español que a ganas de triunfar pocos jugadores pueden superarle. Así es el relevo del único danés que vistió la camiseta del club. Justo dos décadas después, Lauridsen ya tiene relevo.

El lateral zurdo adora el fútbol español por encima de cualquier otra liga, aunque reconoce que sólo conoce las andanzas de su compatriota en Martiricos "a través de algunos periodistas". "Me dijeron que hizo cosas buenas en España", relata. Más fácil le resulta recordar a Michael Laudrup, el gran estandarte danés en España y una referencia personal: "Era un mago, fantástico. Intentaremos seguir su estela. Sé que se puede hablar de mi país si lo hago bien, pero prefiero no pensarlo mucho. Sería estupendo poder ser un ejemplo para los chicos daneses en la liga española y un honor jugar en este país porque no es muy normal que un danés pueda hacerlo".

Cuentan que Hanne, la esposa de Lauridsen, fue la que llevó a Lauridsen a Málaga, ya que sus padres poseían un apartamento en Torremolinos donde pasó parte de su juventud. A Mtiliga lo hace una corazonada sólo propia de personas con mucha autoestima: "Me sorprendió que me llamara el Málaga. Uno siempre está esperando una llamada así para poder jugar en un gran club, pero a veces necesitas esa pizca de suerte y yo la tuve. Siempre creí en mí, incluso cuando los demás no creyeron en mí. Creí que algo realmente bueno podía ocurrirme este año porque quedaba libre y había tenido tres buenos años en mi anterior club".

Y pasó. Su confianza tuvo recompensa, aunque no siempre fue así. El ex del NAC Breda tardó en darse cuenta de que podría hacer carrera en esto del fútbol. Ni siquiera el resurgir que supuso para Dinamarca la conquista de la Eurocopa del 92 en el estadio Ullevi cambió la mentalidad de su país. "Tras la final contra Alemania, yo estaba en las calles celebrando el triunfo y soñando ser uno de ellos, aunque de pequeño no pensaba mucho en ser futbolista profesional. En Dinamarca la gente adora el fútbol, pero ser profesional no es algo que se sueñe. Si dices que de mayor quieres ser futbolista, te dicen que te pongas a trabajar", cuenta.

Todo cambió cuando el fútbol holandés llamó a su puerta. "Tener esta vida es genial, pero te llega lentamente. Cuando en mi equipo, el Boldklubben 1893, me llamaron para entrenarme con el primer equipo, con sólo 16 años, me di cuenta de que iba por la dirección correcta. Poco después me llamó la sub 21 y di el salto a Holanda. Entonces me dije: 'Ok, Patrick, parece que esto es posible".

Entre tanto, intentó completar unos estudios que aquí equivaldrían a INEF, aunque trabajando con deportistas de élite, y forjó una personalidad ligada a su amor por la música negra: "Aunque me guste todo en general, tengo alma de hiphopero y puede que eso se vea en mi juego, porque intento ser apasionado y auténtico en el fútbol. Y sí, me encanta pinchar discos y me lo han propuesto muchas veces, pero quiero que se me conozca por mi fútbol, no por mis aficiones". Y que se le entienda en español, tarea en la que todos le ayudan.

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